jueves, 21 de julio de 2011

Ese pe

Un uruguayo como yo (o al menos parecido a mí) puede tener muchas cosas en la cabeza en este momento, pero seguramente ninguna lo tenga tan entusiasmado como el fútbol, y cuando digo fútbol digo la Copa América y cuando digo la Copa América digo ¡Uruguay noma’!

Como Uruguay no hay

Celeste soy yo
Lo que nos tiene emocionados no es precisamente mirar los números de nuestra mitología (¿nuestra numerología?), no son los dos trofeos olímpicos ni los dos mundiales ni las 14 copas América ni todos lo otros resultados divididos por ese otro número nuestro, que ya todos sabemos y no hace falta nombrarlo.
Lo que nos tiene así, con ganas de decir 3 millones de cosas a la vez y no tener palabras para eso, es justamente no entender un carajo lo que está pasando pero disfrutarlo a pleno.
Algunos integrados podrán decir que es la sensación de lo que dejó Sudáfrica y lo que está dejando esta Copa, es decir lo que están dejando los jugadores en la cancha que además son buenos tipos, se llevan bien y juegan bien porque no están para la plata ni para las fotos, éstos juegan por la camiseta. Pero no, no es eso, hay algo más. Y entonces otros más apocalípticos dirán que es la exaltación de la uruguayidad (si es que existe tal cosa) donde toda la publicidad sale a explotar la nueva tendencia de moda, ser uruguayo o mejor dicho ser celeste. Pero para mí tampoco es eso, y tratando de saber qué es lo que nos está pasando me tomé a mí mismo como objeto de estudio en circunstancias donde la emoción sería altamente observable.


Anacrónica

Sábado 16 de julio (esta historia empieza 61 años antes), 19:15, explanada de la Intendencia, llegué con el partido empezado buscando a mis colegas entre el tumulto que cantaba, gritaba, saltaba y miraba el choque futbolístico mas importante de los últimos años frente a la pantalla gigante de IMPO. El clásico más viejo del mundo, la rivalidad futbolística (rivalidad, no enemistad) con más historia sumaría un capítulo más donde unos se quedan con la gloria y otros con unas vacaciones bien pagas. Que la igualdad de partidos ganados (13 para cada uno) y seguir con la posibilidad de convertirse en la selección que más veces ganó la Copa, honor compartido por argentinos y uruguayos con 14 Copas cada uno, que si Messi es argentino, que si Gardel es uruguayo, que si tenemos garra pero no tenemos fútbol, que todos los periodistas deportivos de la vecina orilla no hacen más que desagradar al uruguayo promedio (que somos todos), que si nunca ganamos con Amarilla de juez, que el Hormiga Alzamendi diciendo le arruinamos el pastel, que si Forlán no moja o no quiere mojar, que si Zaira y hasta el Tano Pasman.

Llega la hora de la verdad, el partido:

5’ GOOOOOL EL RUSO NOMA! (Gol tempranero, raro ya que a nosotros nos gusta sufrir para ganar)

17’ NUUUU… SILENCIO (se empiezan a emparejar las cosas pero nosotros funcionamos con desventaja)

39’ PATADOOOON EL RUSO NOMA! (después de no conseguir nada de pelota quieta Diego Pérez vuelve a ser el héroe dándole esa desventaja que tan bien le hace a Uruguay)

Termina primer tiempo y me doy cuenta de que me empezó a arder la garganta, pero lo normal de cantar bajo el frío y mandar algún que otro improperio.

Segundo tiempo

Y acá más que nada imágenes: el peligro que generaba Uruguay con un hombre de menos, la impotencia del seleccionado argentino por no saber qué hacer con el balón para que se metiera debajo de esos tres palos bien custodiados. Hasta Jimmy Jump que entró en el minuto 13 a ponerle el famoso gorro a Agüero y se llevó de recuerdo unos buenos golpes.

Por el minuto 75 más o menos, tuve la sensación de que los rivales de turno no podían ganar de ninguna manera, como si estuvieran destinados a perder, lo que por lógica sería que estábamos destinados a ganar para aumentar la mitología celeste, y de repente…

’86 ANDATE BURRO %$#@! (expulsan a Mascherano, la cosa se vuelve a emparejar, cosa que sabemos que es mala o buena porque uno empezaba a creer que este Uruguay ya no era solo el David frente a Goliat, ahora era psicológicamente fuerte y capaz de soportar cábalas y contra-cábalas).

Alargue

La gente ya a esta altura gritaba un despeje del Mono Pereira como si fuera un gol de afuera del área. Tumultos de personas cantando y saltando, mucha ansiedad pero seguíamos disfrutando el partido, lo que era todavía mas raro, es decir, Argentina no podía ganar porque le faltaba huevo y Uruguay tampoco porque nadie estaba sufriendo. Por suerte Messi se encargó de darnos tranquilidad, haciéndonos sufrir, desplegando todo su arsenal de toques mágicos, ahora sí podíamos ganar. Muslera, bueno, no sé como decirlo, Muslera. Todo estaba muy cargado, hasta quedaba tiempo para que Suárez, Forlán y el Palito (sí señores Álvaro Palito Pereira) le pegaran un susto a los porteños. Y ahí una imagen que no voy a olvidar jamás: el mejor jugador del mundo, el más cotizado, el más laureado, intenta todo lo que puede y la pelota no entra, queda rendido tirado boca abajo frente al arco con la banda de capitán en su brazo. Recordé lo que era la compasión.

Penales

Ya todos saben, yo me quedo con el festejo de Forlán, el festejo de Scotti, la frustración de Tévez, el Pelado Cáceres y… ¡BOOM! Fiesta, historia, sin palabras, afonía. No recuerdo más nada. 

 
Por ahí estoy yo, cómo voy a estar este domingo. 
Si vez a alguien gritando un gol de Uruguay, soy yo.

No solo ese partido me redujo la voz, sino que no supe qué es lo que nos tiene así. Dudando si escribir o no un post como este por no ser yeta para este domingo, ¿qué razón iba a tener para publicar esto? 

Al otro día del partido me enteré que el Estadio Centenario se construyó en las afueras del Montevideo de esa época y que la ciudad siguió construyéndose alrededor de él. Tal vez esa es la explicación, no solo el fútbol puso a Uruguay en el mapa, Uruguay puso al fútbol en su mapa, bien en el centro, cerca del corazón.

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