Debo admitir que en estas semanas me vi enfrentado –por motivos profesionales– a leer, escuchar y consumir periodismo deportivo. Y lo admito no porque eso sea algo muy extraño en nuestra cultura, sino porque en más de una ocasión manifesté mis críticas hacia el ejercicio periodístico vinculado al deporte (para mí eso no es periodismo).
El caso que me llevó a hacer a un lado mis prejuicios fue el de los derechos televisivos para la cobertura de próximas eliminatorias de mundiales de futbol. El gobierno, la Asociación Uruguaya de Futbol (AUF) y las empresas Tenfield (uruguaya) y Full Play (no uruguaya) son algunos de los actores metidos en este panal, donde quien mete la mano para sacar la miel corre riesgo de ser picado.
En resúmenes cuentas –y ya les digo cuál es mi punto– Tenfield y Full Play se disputan la compra de los derechos de televisación de los partidos, pero parece que la empresa uruguaya tiene un acuerdo con la AUF que incluye una cláusula de prioridad, con la que Tenfield puede saber qué dinero ofrece Full Play (o cualquier otra empresa) para, posteriormente, igualar o mejorar la oferta. En las licitaciones comunes los oferentes no saben cuánto ofrecen sus competidores.
En fin, todo esto derivó en reuniones entre el propietario de Tenfield, el empresario Francisco (Paco) Casal y autoridades de la AUF para saber si se mantenía o no esa cláusula. Ministros, periodistas, jugadores de futbol, presidentes de la República, todo el mundo habló en este tema. Lo cierto es que el pasado miércoles un “periodista” deportivo consiguió lo que nadie había conseguido en estas semanas: entrevistar a Casal.
Ahí estaba el primer canal uruguayo, varios días antes, anunciado la entrevista. Había varias preguntas para hacerle al empresario. Entre tanto que se dijo, se habló incluso de amenazas hacia la familia del presidente de la AUF, Sebastián Bauzá.
Miércoles 21 de setiembre, 22:35 horas. El periodista comienza a hablar. Presenta la entrevista. Anuncia el tema y al entrevistado. Cuenta sobre su estado anímico, sobre su confusión, sus inquietudes y anticipa sus preguntas. La cámara lo toma a él. Luego lo toma a Casal. Después hace un plano general. Luego el cuadro vuelve al periodista, para retomar la secuencia.
Ocho minutos con 32 segundos duró la presentación de la entrevista. Un Stand Up del periodista. Para quienes vieron la conversación entre el doctor Jorge Da Silveira y el empresario Casal, sabrán de qué les hablo. De ahora en más, ese deberá ser el ejemplo por la negativa en todas las escuelas de periodismo. Lo que no hay que hacer a la hora de entrevistar a alguien, todo lo que se debe evitar, todo lo hizo Da Silveira.
La palabra “yo” debe haber sido la más repetida en la entrevista, extrañamente, siempre al inicio de las preguntas del profesional de la noticia. También, en varias ocasiones, dejó en claro que sobre el tema "no sabía mucho", que tuvo que averiguar y que "leer bastante" para preparar el encuentro. En definitiva, ese es su trabajo ¿no? Es él quien debe manejar la información y brindarla al televidente de la manera más ilustrativa.
Muchos reconocimientos, pedidos de disculpas y agradecimientos mutuos. Muy pocos minutos de tensión. Dos horas de entrevista y muy poco claras las preguntas y las respuestas. Un simple: “me puede repetir la pregunta” de parte de Casal hubiese dejado en jaque a Da Silveira.
Muchos reconocimientos, pedidos de disculpas y agradecimientos mutuos. Muy pocos minutos de tensión. Dos horas de entrevista y muy poco claras las preguntas y las respuestas. Un simple: “me puede repetir la pregunta” de parte de Casal hubiese dejado en jaque a Da Silveira.
No es mi intención hacer un razonamiento inductivo. No afirmo que el hecho de que la entrevista la haya realizado un periodista deportivo fue el motivo de su mala calidad. Sin embargo, no dudo que un periodista no deportivo (un periodista) podría haber realizado una mejor entrevista.