Seguimos nuestro recorrido por las décadas pasadas de moda. Un paneo por vestiduras femeninas emblemáticas (más icónicas que cotidianas, quizás) de cada decenio y su reinvención en las modas actuales (materializada en las imágenes a la derecha). Si te perdiste la primera entrega de este viaje, puedes leerla aquí para navegar por dimensiones aún más lejanas de lo "vintage" y lo "retro".
Los típicos vestidos señoriales de ama de casa, con camisas y polleras anchas floreadas emanan de esta época. También es la época del rock n´roll, de los grandes peinados postizos (digamos, las extensiones de los cincuenta), la manicure perfecta y el american way of life, que incluye prom dresses y teenagers (recientemente inventados) en autos descapotables.
La contra-cultra y anti-moda impuso, sin quererlo, una nueva moda, de la mano del movimiento hippie, el amor-y-paz, las blusas floreadas, los lentes al estilo Lennon, los teñidos artesanales de inspiración hindú, los flecos de cuero y los vaqueros desgastados. Si pensamos en fórmulas como “hippie chic” o “indian outlet” (de los que, confieso, soy gran consumidora), vemos que la anti-estética ha devenido finalmente una nueva fórmula industrializada y comercializada. (Me faltó decir que quienes no seguían el movimiento hippie usaban vestidos extracortos que también son vendidos en el revoltijo ecléctico del Indian Outlet).
Mucha lentejuela, mucho pantalón “Oxford”, mucha discoteca y muchos accesorios. Las flores como símbolo de la cultura pacífica se prolonga en esta década, donde son de gran iconicidad los “hot-pants” (shorts muy cortos, si se permite la redundancia) y las botas altísimas. Esta gente sí que sabía ser sexy.
El glam rock (cuero, tachas, ojos cargados de negro, peinados batidos hasta el techo) se mezcla con el estilo deportivo típico de Fama o Flashdance. Estampados fluorescentes, calzas hiperajustadas, grandes accesorios. La discreción no está precisamente de moda. Todo es exacerbado desde los hombros hasta las pantorrillas.
El carácter recargado de la moda en años anteriores deja paso a materiales opacos, líneas simples y atuendos descuidados. Hasta la “mugre” (“grunge”) se pone de moda. Atuendos casuales, zapatillas deportivas y los jeans multiuso caracterizan esta época cuyo legado informal apreciamos día a día en el ámbito cotidiano.
El nuevo milenio se define, paradojalmente, por su escasa “novedad”. La recuperación de las estéticas anteriores (solo que con el término “chic” como sufijo de todo tipo de estilo) es la marca definitoria de la década pasada. Más que apuestas vanguardistas, temporada tras temporada vemos en las tiendas las prendas que “se vuelven a usar”, que “vuelven a estar de moda”. Los diseños más futuristas de la alta costura no dejan de ser también un “volver”, en este caso, un “volver al futuro”, un tiempo que nunca es el del presente sino el de la nostalgia o la anticipación.
Si en los 2000’s prevaleció una reapropiación de lo retro por falta de modas surgidas espontáneamente del seno social (entendámonos: la revista Vogue no conoce la estética plancha ni la flogger), ¿entonces la década que transitamos sería una apropiación retro sobre una anterior apropiación retro? ¿Llegaremos al punto de imitarnos a nosotros mismos? Recuerdo que alguien me planteaba su temor de que en la música ocurriera lo mismo, una reiteración residual de estilos nunca nuevos, siempre reciclados con materiales reciclados. ¿Hemos llegado al fin de la creatividad, a una estética de dinámica estática? Si Fukuyama se hizo tan conocido con su tesis sobre el Fin de la historia, ¿por qué no pensar en un nuevo best seller titulado El fin de la moda? (Con un subtítulo que dijera: "justifica cualquier medio").