Fotografía: Analía Buffa |
sábado, 11 de junio de 2011
Cómo se edifica la hipocresía
Un poema de desamor y una canción paciente de sábado al mediodía
Más de una vez me tocó ser pañuelo-hombro de amigas y amigos devastados por el des-Amor,
Lo más cerca que estuve yo de algo así solo dio para hablarlo un par de veces en anécdotas fragmentadas, con personas cercanas pero en diferentes instancias, en lugares poco propicios para cualquier tipo de desahogo.
No me siento feliz por envidiar a los que en alguna ocasión amaron de verdad: se enamoraron. Pero no sé. Sí, el amor no me ha sucedido ni arrasado aún.
Al mismo tiempo me alivia confesarles como su columnista de sábado al mediodía (tal vez por última vez en este día y a esta hora) que no tengo nadie con quien compartir este sentimiento-modo de percibir un mismo paisaje (como la canción de Café Tacuba) que sufren, al menos por algún tiempo, los narcotizados por ese estupefaciente que sobrevive a los avatares de todas las modas.
Entonces esta reacción pseudolírica está dedicada a aquellos amigos/as (que incluso se han roto el corazón entre sí) y para vos, ahora papá de Martina, que te fuiste, por suerte, apenas antes de regalarme tan trillada sentimentalería.
Gracias por ayudarme a levantar un par de hileras más de bloques a esta muralla.
Responde el corazón herido en estelas sumerias de cascotes sub-versivos
Ya no tengo excusa para buscarte,
y duele.
No quiero saber lo que se siente
estar así,
arrepentido,
desconsolado;
pues creí
haberme liberado al fin
de tu mirada clara,
inalterable,
nada fiable
por lo tanto.
Estoica devoción unas cuantas tardes
esconde temor del penúltimo encuentro.
Venís arrastrado en un pensamiento,
que llegues a mí ya es demasiado.
Solo cuando tema haberte olvidado,
(no sé cuantas veces más te piense)
estaré dispuesta a dedicarte otro poema.
viernes, 10 de junio de 2011
Ladrones de la noticia
Transcurrieron los 60 minutos de informativo y nada. El oyente sabía de aquella información y esperaba que los periodistas la incluyeran en su programa, pero eso nunca sucedió. Se habló de “esto” y de "lo otro”, pero no del tema de interés para aquel radio escucha, quien se encontraba muy enfadado porque nada se había mencionado sobre aquella situación que a él le interesaba. ¡Era obvio! Por cuestiones de intereses, a aquellos profesionales de la noticia no les convenía que se diera esa información.
De ese modo aquel oyente (que puede ser pensado también como televidente o lector) se quedó con esa imagen: la de un equipo de prensa que ocultó información por algún interés. Pero, ¿y si hubiera otros motivos por los que no se dio la noticia? ¿Y si esos motivos refirieran a problemas internos de los que, obviamente, como receptores no nos enteramos?
Desde que la publicidad comenzó a asomar más la cabeza en los informativos, no es de asombrar que en algún momento el producto que financia nuestra salida al aire nos sugiera que sobre determinado tema no es conveniente hablar. De todos modos, les aseguro que esos casos son los menos, sobre todo si se busca evitar que se diga al aire una noticia: el periodista puede llegar a desesperarse si otros medios dan una información y el suyo no (ego, amor por la primicia, etc.). Sin embargo no niego, porque también me consta, que las presiones puedan asomarse. Ahora bien, si no siempre se trata de censura, ¿por qué los informativos no dan toda la información?
Es de sentido común tener claro que, ya sean 60 minutos o más, el tiempo al aire es limitado, por lo que podemos incluir este factor como uno de los causales para responder a nuestra pregunta. Pero ustedes podrían retrucar, porque hay periodísticos en la mañana que duran más de dos horas. Perfectamente podría haber un hueco ahí para incluir la tan anhelada noticia. Es entonces que les presento la expresión: “nos comimos esto”, utilizada cuando el periodista se entera de una noticia no por cuenta propia, sino ojeando la competencia.
En la dinámica del informativo, paradójicamente, es normal que los periodistas no estén suficientemente informados como para buscar y ampliar una noticia. Los motivos por los que un programa no logra pasar toda la información son: no la tienen, y ello dependerá de qué tan grande y eficaz sea el equipo de periodistas (por lo general el no haber pasado alguna noticia por este motivo involucra posteriores y grandes reclamos de encargado del informativo); no hubo tiempo para mencionarla, y es entonces el guión o la estructura del programa quienes definirán qué tan bien se administra los minutos al aire; la agenda supera al profesional, que se ve obligado a descartar información (los hechos noticiosos de gran relevancia política abundan y suelen ser quienes dominan la agenda); y la censura o falta de pertinencia, que descarta la información por la presencia de intereses, que no siempre son comerciales.
Silverchair: cuando el pegue del #rwack se te va
¿Qué pasó con estos muñaños? |
Los Silverchair fueron un bandún australiano de los ‘90. Cuando se murió Kurt Cobain, y cuando todo se creía perdido, aparecieron estos chiquitos para decir que el rwack seguía vivo y dieron una mínima esperanza (después vinieron los Backstreet Boys, N’Sync para tirar todo a la mierda).
jueves, 9 de junio de 2011
Ojos que sí ven: la moda intelectual
Según leí en el titular de una revista que anunciaba el último grito (no sé si de este año, pero ¿acaso importa en este mundo arbitrario?), “La moda nerd es lo más IN de la temporada”. Moda nerd. Nerd Chic. Casi un oxímoron, ¿verdad? Lo que siempre se mantuvo al margen del mundo de la Moda, de lo estéticamente deseable, de lo frívolamente bello, es integrado ahora por las propias instituciones de la Moda como lo aceptable, lo trendy, lo tendencioso, lo fashion.
Anne Hathaway, agregando un detalle intelectual a su glamour de alfrombra roja |
¿Cuál mirada es más artificial? |
Pero si miramos la moda (ahora con minúscula, la de la calle, la de todos los días), cualquier intento de crítica a esta “moda intelectual”, de nuevo, se me ahoga en la pura paradoja. Mis orejas no necesitan un par de caravanas para oír mejor, y sin embargo lo llevan. Sé que no debería preocuparme por este detalle superficial: con mi par de lentes basta para parecer inteligente.
El capítulo final de Supercampeones
Fotografía: Analía Buffa |
Noche buena con las estrellas
Ahora podría hacer de cuenta que te pregunto eso a vos: ¿Lennon?, ¿Marley?, ¿Elvis? Podrías tener la mejor formación de los Who si resucitás a Keith Moon, pero resucitar uno solo no te da, por ejemplo, para rearmar a los Beatles, ni a los Ramones (como si alguien quisiera). Sería hermoso que volviera Brian Jones y trajera consigo el Apocalipsis. La ternura y la emoción de jugar a que Janis Joplin vuelve con su canto irrepetiblemente visceral. Cliff Burton de nuevo en el bajo de Metallica, simplemente glorioso. Pero realmente es bastante absurdo pretender que luego de resucitados sería lo mismo: para volver a formar Pink Floyd no bastaría que resucitara Nick Wrigth (precisaríamos un ultranarcisante evento como el Live Earth y un cheque con problemas de obesidad). Es que una cosa son las vidas y otra muy diferente son los iconos, los ídolos, esas imágenes que viven en nuestra cabeza y no en un cuerpo curtido de sexo, drogas y rocanrol. Andá a saber, tal vez estaría bueno que resucitara Ozzy o Charly García. Dicho sea de paso, ¿no es la muerte una gran compañera de la gloria del superstar?