jueves, 4 de agosto de 2011

Operación verdad: Apolo XI ¿Alunizaje o alucinaje?

1960 Julio la NASA inicia oficialmente el programa Apolo cuyo principal objetivo es investigar la luna en pos de encontrar posibles lugares para un alunizaje.

1961 Mayo el Presidente J.F. Kennedy declara que EE.UU. tiene intenciones de enviar a un hombre a la luna antes de que termine la década, de esta manera el programa Apolo se ve fuertemente alterado y pasa a fijarse como meta principal el alunizaje.

1963 Noviembre asesinato de J. F. Kennedy.

1968 Abril se estrena 2001: A Space Odyssey de Stanley Kubrick.

1969 Enero Richard Nixon asume como presidente de EE.UU.

         Julio el Apolo XI aluniza en el Mar de la Tranquilidad.

2004 Abril el canal ARTE France estrena Operación Luna, un documental sobre el alunizaje del Apolo XI. Se destapaba así una de las mentiras mediáticas más grandes y mejor montadas de todos los tiempos.

Operación Luna es un documental que los va a dejar mal de la mente. Con entrevistas a Buzz Aldrin (astronauta del Apolo XI, segundo hombre en pisar la Luna), Donald Rumsfeld (hombre de confianza de Nixon y jefe de gabinete al momento del primer alunizaje), Henry Kissinger (octavo Consejero de Seguridad Nacional al momento del alunizaje) y Christiane Kubrick (viuda del director S. Kubrick), entre otros. Relata la historia de cómo Stanley Kubrick ayudó a filmar un falso alunizaje a pedido del gobierno de Nixon. Al parecer la carrera espacial entre EE.UU. y la U.R.S.S. tenía claramente a los soviéticos a la cabeza por lo que el gobierno de Nixon no podía fallar en la meta más grande hasta el momento en lo que refiere a viajes espaciales. Entonces algunos integrantes del gobierno (Kissinger entre ellos) tuvieron la genial idea: ¿por qué arriesgarse a que el mundo viera como EE.UU. fracasaba en poner un hombre en la luna si de cualquier manera nadie estaría ahí para certificarlo? Si la llegada del hombre a la luna sería televisada no tenía ningún sentido arriesgarse a que algo saliera mal en el en vivo, se podía tener un episodio grabado pronto para darle play. Por aquel entonces Stanley Kubrick había ganado una gran notoriedad con su reciente trabajo 2001: A Space Odyssey, por lo tanto Nixon y sus secuaces no tuvieron mejor idea que pedirle al célebre director este trabajito.

Como hoy en día mentirosos sobran, prefiero que vean con sus ojos la decontrucción de la gran mentira del Alunizaje pero no sin antes pedirles que vean el video primero y después continúen leyendo porque créanme que en el video no les cuentan la mejor parte, algo que no los dejará dormir. A un click de la verdad:

(les dejo solo un fragmento de cuatro, a mi entender el más ilustrativo)

Impresionante ¿verdad? ¿No sienten que ya no se puede confiar en nada? ¿No se sienten timados por las clases de historia del siglo XX? Si es así, genial, porque eso no es todo. Este gran trabajo documental esconde un secreto mucho más profundo: es falso. ¿No sienten que ya no se puede confiar en nada?

Operación Luna es un falso documental, pero de los buenos. Valiéndose de los códigos de montaje de los documentales, en el film conviven imágenes de archivo, entrevistas verdaderas pero sacadas de contexto a personas reales que tuvieron que ver con el alunizaje especialmente a altos cargos del gobierno de Nixon, entrevistas falsas a personas verdaderas como la viuda de Kubrick y entrevistas a personajes ficticios. Todo esto da como resultado un excelente experimento cinematográfico, que relata una historia verosímil con lenguaje de verosimilitud (para saber algo más del tema les recomiendo: La ficticia frontera fractal) Mi experiencia como espectador fue buena, al principio observé con precaución, después por unos momentos me tuvieron (ahí me sentí realmente mal y emocionado a la vez), después empecé a notar cosas extrañas en los montajes de las entrevistas, hasta que en un momento pensé que aquí había gato encerrado. Sin reparar en la cantidad de pistas que daban los nombres de los falsos entrevistados (muchos nombres son personajes de películas de Kubrick). Estos franceses sin duda hicieron andar su documental por los carriles del anti-americanismo y todo el mito generado alrededor de este tema, para mejor su estreno fue en televisión el 1 de abril, día de los inocentes en Francia.

Pero lo mejor de este documental sucede cuando emerge el verdadero mensaje y uno piensa: está bien, es un falso documental sobre el falso alunizaje, pero tampoco están diciendo con eso que el alunizaje del Apolo XI no haya sido falso, es más, lo que este documental nos está revelando es una estrategia mediática tan peligrosa como presente: mezclar la mentira en la verdad para que ambas se juzguen en conjunto. Esperen un momento. Si unos francesitos bromistas pudieron engañarnos con unos pocos trucos, entonces otra gente poderosa con recursos, fuertes motivaciones y cero escrúpulos podría…

Exacto amigos míos, entendieron el mensaje.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Viene de ayer sobre Midnight in Paris.

Esta columna podría llamarse “Les nuits avec eux, n’importe quoi except l’ennui (las noches con ellos, cualquier cosa menos aburrimiento) o la importancia de llamarse Woody Allen con ciertas consideraciones filosófico-literarias como extra, o más bien un intento por no arruinar lo que venía bárbaro desde ayer en este intento de columna colaborativa”.

La obra de Woody Allen está poblada y gobernada por la luz desde el punto de vista compositivo del cuadro, y por la luz que proyectan los personajes; y para continuar con los lugares comunes, voy a incurrir en la redundancia de expresar que pocas cosas son tan maravillosas como iluminar desde París.

Y las cosas se dieron como era de esperarse, y la salida de la sala hablaba a través de los rostros de los concurrentes del regocijo por encontrarse con una hermosa película, sí con estereotipos, sí con giros argumentales repetidos que se pueden rastrear hasta treinta años hacia atrás de la misma pluma, etc. ,etc. … Sin embargo, la magia prometida por Allen nos sigue empujando a las salas, a veces, con suerte, más de una vez al año; y lo cierto es que no se puede más que coincidir con aquellos que sostienen que esta es una de esas que entra en la lista de las mejores, según esos Allenólogos de nuestra pop culture que pululan por todo el orbe.

Yo no sé los motivos, siento que tal vez ponerme a escarbar demasiado en el cómo de sus trucos le haga mal al encantamiento que prefiero sostener casi de modo infantil cuando se trata de él.

Por todo eso, dentro de las pocas cosas que quiero subrayar en este pseudoanálisis (que se va a descarrilar para cualquier lado en apenas un par de líneas) es que la performance del reparto en cada escena sobrepasa lo formidable. Pocas veces quedé tan satisfecha por el trabajo actoral de un ensemble magnífico donde todos daban la pauta de estar haciendo algo increíble, el ejemplo más claro tal vez por la intensidad de su casi cameo tan breve como inolvidable haya sido Adrien Brody en la piel, la voz y hasta el acento de Salvador Dalí.

Pero no por lo remarcable de las labores de los actores que encarnaron los pasados me quiero olvidar de los que hicieron del 2010 las pesadillas martirias, las guías -en varios sentidos- o las esperanzas de final feliz de Gil (el protagonista encarado más que muy bien por Owen Wilson).

Personalmente, fui complacida en lo mucho que esperaba de Marion Cotillard, Rachel Mc Adams, Michael Sheen (que por suerte cada vez se le puede ver más en pantalla, y se las sigue arreglando para no descuidar el sitial ganado en la escena londinense -el equilibrio perfecto-) y del propio Wilson como alter ego modelo nuevo milenio de nuestro Allen-loser predilecto. Al respecto de mi calificación sobre este elenco seré categórica: si este cast por lo menos no pelea el SAG (Screen Actor’s Guild) Award 2012 como mejor elenco será por la envidia de sus propios colegas por no haber estado ahí.

Por otra parte, el film Midnight in Paris logra despertar una vasta multiplicidad de intereses que nos pueden conducir a las lecturas y relecturas de obras literarias y plásticas. Es que la calidad y candidez de los retratos de esos personajes que hicieron de esa París de los años 20 de los mejores escritores norteamericanos y el campo de acción de las vanguardias pictóricas como el Cubismo podrían ser objeto de muchísimas más películas, novelas u obras teatrales, además de las que ya existen.

Lo que me gustaría aclarar, y quiero ser estricta al respecto, es que la historia de este filme no se queda en la oda a la nostalgia de la capital cultural de los años veinte, la de las secuelas de la Gran Guerra, la de la Reconstrucción cuando la gran futura tragedia del siglo veinte no se mostraba aun así de amenazante en el horizonte.

Pero lo cierto es que la/el idea(l)- tópico de ensalzar la posibilidad de una Edad de Oro como una epifanía está en la esencia y paisaje de esta película como tesis a ser rebatida y se nos va dando pistas de ello con el paso de los minutos, de los días de Gil en París y se va a confirmar cuando viaje a lo que Adriana (su amada de los años veinte) considera La Edad de Oro (la Belle Époque –fines de siglo XIX-) y a su vez al conocer a Degas, Gauguin y Toulouse-Lautrec le confiesen su predilección por otro periodo más pasado todavía como el Renacimiento.

Toda esa cadencia máquinico-temporal que podría repetirse retrocediendo hasta quien sabe dónde me remitió casi impulsivamente al discurso de Don Quijote sobre la Edad de Oro (que se encuentra en el capítulo XI de la Primera Parte), del que quisiera citar dos fragmentitos: “…Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia (…) Entonces se decoraban los concetos amorosos del alma simple y sencillamente del mesmo modo y manera que ella los concebía, sin buscar artificioso rodeo de palabras para encarecerlos…”

Para el Quijote la Edad de Oro fue antes de la propiedad privada, a tal punto que todavía no existían los términos “tuyo” y “mío” y también recalca sobre la simpleza de la belleza femenina de aquel entonces y de la honorabilidad honesta de hombres y mujeres. Por más que quisiéramos distinguir algo quijotesco en Gil, y así lo hiciéramos, a sabiendas de que los valores utópicos compartidos no sean los mismos por todos los que añoran edades de oro, no deberíamos dejar de observar a la libertad y a cierta pureza espiritual acompañada por una claridad intelectual como valores añorados que se repiten.

A veces el tiempo nos lleva y trae a su antojo, lo digo porque cuando Gil entra a Shakespeare & Co., Sylvia Beach lo recibe aunque no la veamos en todo el film y está terminando la nueva edición del “Ulises” con Joyce discutiéndole en la otra punta del escritorio, por más que haya realizado esa visita durante el día, eso ya no importaba mientras estaba frente a la enorme pantalla en la oscuridad lo creí así.

Alice inmortalizada años después por su amada Gertrude Stein (notablemente interpretada por Kathy Bates) en la novela “Autobiografía de Alice B. Toklas” es la que le abre las puertas de casa a Gil y desaparece del relato, pero cómo es posible no nombrarla.

Su carisma y su inteligencia hicieron de Stein más que musa, gurú, conciliadora, mecenas de los artistas que la rodeaban profesándole una confianza absoluta, su corazón fue hogar y su casa refugio de una interminable lista de (por no decir todos los) talentos de la época. Se dice que al volver a los Estados Unidos por un breve periodo en los años treinta dijo: “Estados Unidos es mi país pero París es mi hogar”. Ella no solo fue protagonista sino que oficio de analista e intérprete de esta época citada en ensayos como “Retratos” análisis de trayectos y obras de pintores como Picasso y Braque, además de “Qué son las obras maestras y por qué son tan escasas” en la que habla de los porqués de los rupturistas: “…En otros tiempos un pintor decía que pintaba lo que veía, como es natural no lo hacía, pero de todos modos podía decirlo, ahora no quiere decirlo porque como lo está viendo no le resulta interesante. Esto tiene algo que ver con las obras maestras y con el porqué de que haya tan pocas de ellas pero no tiene todo que ver…”

Su modo de análisis tan francés y americano a la vez, está metido en nuestra decodificación cultural hasta para leer imágenes, aunque no sepamos su nombre (como le dije a Ruy a la salida del cine).

G. Stein por P. Picasso (1906) según varios especialistas esta obra funciona como transición entre el periodo rosa y el incipiente cubismo en el pintor español.

Para terminar esta columna que le quiso dar fundamento a la nostalgia (tarea difícil e inconclusa) desearía aludir a un personaje que robó de la platea de los mejores momentos de risa, uno de los protegidos predilectos de Miss Stein, y sin duda el más popular de los escritores que aparecen en el film: Ernest Hemingway (interpretado por Corey Stoll).

En “París era una fiesta”, él dedica a Stein los elogios más increíbles y bellos que su clásico pesimismo le permitió realizar, evocando por ejemplo la risa contagiosa y la mirada confidente que lo llenaban de seguridad –al menos por escasos momentos-. Para explicar un poquito mejor lo que sentí al ver a este Hemingway con el que conocía de antes, voy a repasar un pasaje del capítulo III de “Adiós a las armas”: “…yo solamente conocía el humo de los cafés, las noches en que la cabeza nos da vueltas y es necesario mirar un determinado punto de la pared, fijamente, para no seguir girando; las noches, en la cama, borracho, con la creencia de que no existe nada más que aquello (…) y, en la oscuridad, el mundo irreal que nos rodea se repite cada noche, es excitante, y uno lo hace con la convicción de que no existe nada más, y que todo nos es igual. Inesperadamente, algún momento de interés, después el sueño y el despertar por la mañana con la sensación de que todo ha terminado; todo es tan decisivo, tan duro, tan claro (…) Algunas veces la ilusión desaparece, incluso falta la alegría suficiente para salir a la calle. Pero siempre, en perspectiva, un nuevo día y con él otra noche, y la noche siempre es mejor a menos que el día sea claro y frío…”

Tal vez por ello se dé la presencia así marcada casi identificativa de Gil con él, ambos viven sus crisis, aunque de modos distintos. Deambular es el encanto, y de allí que deba ser a causa de un escape del que nosotros fuimos testigos por la voluntad maestra de Allen.

El delirio y la genialidad protegidos por la noche no parecen bajo estos preceptos como tan irrealizables.



martes, 2 de agosto de 2011

Woody Allen en París; o la Medianoche en París; o Palito cuando te equivocas te queremos, pero cuando acertás te queremos mucho más; o el hecho de que no nos conozcamos no significa que no seamos amigos; o Uhh La La

Debo admitir que el título quedó larguito. Pero, cuando algo provoca un ataque de verborragia, hay que respetarlo de la misma manera que hay que sacarse el sombrero frente a todo lo que quite el discernimiento y no sea una droga. Toda la perorata del comienzo me sirve para aclarar que el post estará escrito bajo un estado de entusiasme cinematográfico por la vida.


Saliendo de todo lo introductorio, voy a comentarles que he tenido el placer de ver Medianoche en París[1] del magnánimo palito Allen y me quedé pensando en una batería de cosas. A partir de ahora algunas de esas reflexiones; no todas. Solo las que vienen al tema y las que están permitidas por las leyes de las buenas conductas.
 
Primer divague: Últimamente Woody ha estado temblequeando entre los vaivenes de la calidad de sus filmes; por decirlo de alguna manera: no ha sido su mejor década. Obviamente hay excepciones. Si la cosa funciona[2] es una maravillosa comedia de la cual lo único malo que se ha dicho es que parece un filme de Allen de los 70s (lo cual si lo piensan es un elogio); y también está el drama Matchpoint[3] que tiene una carga de tensión magnífica. Frente a este vaivén no se preocupen, porque Medianoche en París es su mejor comedia romántica en años y especialmente deja la sensación de que no va a ser una excepción; Woody ha vuelto.

Tipico plano de Allen, en este caso en París

Segundo: Este señor debería ser contratado por las oficinas de turismo de cada ciudad. Desde que Allen ha agarrado el pasaporte, cada ciudad ha quedado retratada de manera gloriosa. No siempre el fondo circunstancial de una película juega tan favor como en las de este señor. Antes se podía decir que el hecho de ser neoyorquino le daba un conocimiento y relacionamiento con la gran manzana. Ahora tan solo se puede decir que sabe aprovechar las cosas de una manera invisible. Ahorrándome palabras, el filme te hace querer ir y amar París.

 Tercera cosa: Siempre hay un gordo medio pelado, con un reloj que cae del bolsillo de su chaleco y que dice: “No hay estilo como el viejo estilo”. A veces ese señor –que es por lo general medio facho– tiene razón; este es un caso. No hay receta como las viejas recetas y siempre caen bien en Woody condimentos del estilo de la pareja burguesa con pequeños grandes problemas burgueses, el suegro republicano, el protagonista caminando con el saco al hombro mientras suena jazz, el escritor con inseguridad enfermiza, el odio hacia la ciudad de Los Ángeles, el enemigo pedante y exitoso que habla demostrando sus conocimientos sobrevalorados (antes para decir esto se decía Alan Alda). Todo es parte del paquete clásico de Allen, y no confundamos lo novedoso con lo bueno y a lo ya conocido como aburrido. Woody Allen, que supo ser vanguardia, ya no lo es. No porque se haya acartonado sino porque el cine cambió para parecerse al estilo del gran hipocondríaco. Para cerrar el párrafo se debería decir que, por más que sea la misma receta, es irrepetible y no es previsible por el simple hecho de que el filme es tan encantador que no deja de prestar atención a ciertas cosas; la película hipnotiza por decirlo de alguna manera (eso no es previsible).

Penúltima: Es sabido que trabajar con Woody le trae prestigio al “actorado” y es de ahí que se consigan tan buenos castings por poca plata (poca para Hollywood). Pero la cosa va más allá de un buen reparto, el cine de Allen (el de la Nueva York setentera diría) va creando mitología de actores a cada paso. Salgamos del hecho de que no podamos ver a Diane Keaton sin ver a Annie Hall y de que repudiemos en silencio a Alan Alda. Recordemos cómo nos pusimos a ver a Scarlett Johansson en Matchpoint,  a Sean Penn hablando con voz finita en Dulce y Melancólico[4], a la entrañable mudita que interpretó Samantha Morton en el mismo filme, o en cómo torcíamos la cabeza cuando veíamos a Mira Sorvino en Poderosa Afrodita[5]. El tipo sabe dirigir actores y especialmente sabe encontrar los actores para esos personajes tan especiales que escribe. Por lo que digo sospecharán que hay un buen casting en Medianoche en París y sí, lo hay. Pero, yo apostaría a que va más allá de un buen casting, yo diría que después de Medianoche en París podemos decir que Owen Wilson puede hacer un buen Woody Allen, que Carla Bruni actuó, que Rachel McAdams es una actriz madura, que Marion Cotillard va enamorando gente en cada esquina y que para explicar quién es Corey Stoll vamos a decir Hemingway.

La del estribo: Creo que lo único que he hecho en el artículo ha sido desparramar azúcar, pero el filme me llevó a tal estado. Supongo que la felicidad no es solo mía sino que el cine, en tanto institución, debe estar feliz por la vuelta de estas películas. Hay cierta cosa de ingenuidad, belleza que provoca que uno quiera enamorarse y eso es bastante para una peli, incluso para una Woody Allen.
Podría seguir tirando palabras pero será mejor que, carente de mi capacidad crítica, tan solo quede estar feliz por el cine.


[1] ALLEN, Woody (2011) Midnight in Paris
[2] ALLEN, Woody (2009) Whatever works
[3] ALLEN, Woody (2005) Matchpoint
[4] ALLEN, Woody (1999) Sweet and Lowdown
[5] ALLEN, Woody (1995) Mighty Aphrodite

lunes, 1 de agosto de 2011

Bienvenidos al mes de la nostalgia


La proyección comercial que en el mes de agosto se hace de la nostalgia, en torno a la ya sacra noche del 24, es una buena excusa para empezar a bucear por ese concepto, ese sentir, esa actitud que tanto define a nuestra identidad imaginaria desde tiempos lejanos.

En honor a la nostalgia (o a causa de ella), durante mis escritos del presente mes bordearé esta noción desde diversas experiencias y reflexiones. Les invito, desde esta primera entrega, a transitar por los recovecos de mi nostalgia, que tal vez se conecte en algún punto con los refugios nostálgicos de ustedes. Porque todos construimos nuestras nostalgias. Porque ellas nos construyen a nosotros, irremediablemente.
El mes de la nostalgia / Parte I: Los pies que sollozan

“No ves que vengo de un país que está de olvido siempre gris”, cifra el tango La última curda en uno de sus versos –paradojalmente- memorables. Puede que nuestro color simbólico sea el celeste, pero si hay un clima que nos representa es el gris. Ese gris de tango, de tango que mi padre (nacido, casualmente, el primer día de agosto) me ha enseñado a querer tanto. Hay una frase preciosa de Horacio Ferrer que define al tango como “esa tristeza que se baila”. Lagrimones piantaos, nostalgias de sentir su risa loca y amores que se buscan olvidar en una copa son figuras recurrentes en el universo poético del tango. Ese encuentro de los cuerpos que se se danzan en una efusión que está condenada a la tragedia, esos acordes oscuros que nos trasladan a los bajofondos con sus mágicos pesares.
Y si hay una sensación física del dolor, es el calambre, punzante e inmovilizante. El magistral Piazzolla captó en el tango así denominado ese paralizante ardor muscular (y, se sabe, espiritual), pero lo convirtió en música danzable. Es el tango de su autoría que más me gusta, y el que más me gusta de todos en el mundo. Saura lo tradujo en deleite audiovisual en la inolvidable escena ajedrezada protagonizada por Julio Bocca.

           





De tangos y medallas

Lo que me encanta del tango es que, desde sus orígenes arrabaleros-portuarios en el Río de la Plata, ha trascendido para mixturarse con matices contemporáneos (Piazzolla es un emblemático ejemplo) y fusionarse en las más diversas artes. Eso ha ocurrido incluso en el ámbito deportivo, en el deporte que también es dueño de mi honda nostalgia, emanada de lo que siempre quise y habría querido ser. Hablo de (más que hablar, siento) la gimnasia artística.  
Las rutinas de suelo de este deporte-arte combinan danza y ejercicios acrobáticos al ritmo de una música instrumental. El tango ha sido una constante en las rutinas gimnásticas, elegido por legendarias soviéticas de los ochenta e instalándose  como gran tendencia en el último bienio.
Recuerdo una competición olímpica (creo que era Sydney 2000) en que Mario Uberti relataba el evento de gimnasia y, mientras una atleta hacía su salto al potro, se escuchaban los acordes de La cumparsita como telón de fondo. Una gimnasta los estaba interpretando en su rutina de piso. “¡Matos Rodríguez internacional!”, exclamó Uberti, haciendo referencia al legendario compositor. Increíblemente, una gimnasta de algún país que ni siquiera sabemos pronunciar había elegido al himno de los tangos uruguayos como la música de su presentación. Y es que en un país tan chiquito nos da un orgullo bárbaro cuando en otro punto del globo (aun sin saberlo) se nos da presencia. Y entonces los tiempos y espacios y géneros se cruzan sin quererlo: desde el arrabal decimonónico de Montevideo hasta un gimnasio de alto rendimiento en Texas o Moscú.
Esta fusión tan puntual entre el tango y la gimnasia ha dado a luz varias piezas disfrutables. En el mes de la nostalgia, quiero compartirlas con ustedes, para que tal vez empiecen a admirar este deporte tan poco difundido en nuestro territorio (mediático y geográfico). Aunque el desarrollo de la gimnasia sea escaso en Uruguay, al menos el legado musical de estas tierras ha aportado su arte para embellecer al deporte.

De colección: gimnastas de arrabal
Nastia Liukin
Campeona olímpica en los Juegos de Beijing, la estadounidense de sangre rusa (su padre y entrenador fue campeón olímpico representando a Rusia) aprovecha sus líneas alongadas y su soberbia elegancia para entregar la mejor rutina de toda su carrera, al ritmo de tango.



Aliya Mustafina
La emperatriz de la gimnasia durante todo campeonato habido en el 2010 (ahora recuperándose de una delicada lesión de rodilla) conjuga una soberbia actitud rusa y unos ojos cargados de sombra al ritmo de un clásico gardeliano que siempre logra erizarme: Por una cabeza.




Vanessa Atler
Aunque fue una gran promesa de fin de siglo, Atler no participó en los Juegos del 2000, por lo que Uberti no se refería a ella al escuchar nuestra querida Cumparsita. Parece que es un tango popular, porque esta gimnasta estadounidense ya lo había elegido para su poderosa rutina, en una versión orquestal muy clásica.  




Terin Humphrey
Adoré la serie de esta gimnasta en los Juegos de Atenas 2004. Me encanta, sobre todo, la secuencia en el minuto 1:10, donde garabatea la melodía de matices tangueros con sus movimientos giratorios al ras del suelo.





Sandra Izbasa
Rumania es la selección de mis amores en esto de la gimnasia (otro día conocerán la historia). Por eso, no podía faltar una rumana en esta nostálgica selección, aunque sea una pieza demasiado fusionada con la electrónica y los ritmos modernos. Pero, a fin de cuentas, de fusiones se ha tratado esta columna. Y Sandra (oro en suelo en  Beijing) transmite con énfasis la abrumadora pasión de los ribetes tangueros.



Estoy pensando seriamente en escribir una carta a la Federación Rumana de Gimnasia para que la bellísima Ana Porgras ejecute su serie al ritmo de Calambre, o que la prometedora Larisa Iordache lo haga con Libertango.
Como también el vals está impregnado del vaivén de la nostalgia, qué mejor manera de cerrar este primer recorrido nostálgico que con la gimnasia-ballet valseada de la mencionada Ana, mi gimnasta preferida, quien provoca en sus formas elegantes la nostalgia viva de la antigua esencia artística de la gimnasia.




domingo, 31 de julio de 2011

Cien post no es nada




Todos sentimos un afán conclusivo con los números divisibles entre 10. Alguna fuerza sobrenatural nos pone en la ardua tarea de movilizarnos hacia replantear, repasar y revivir nuestras vidas. La necesidad de movilizar al pasado nace de la cantidad de dedos de nuestras manos y de un ordenamiento árabe. ¿Por qué será? No es el mejor momento para responder, ya que ocurre el post número 100 del presente blog y habrá que rememorar los post pasados. 

AnBu recomienda a Mar Payssé

Si uno indaga en el mágico universo idiomático, ya no por ser el código de comunicación por excelencia sino por el placer de explorarlo destacando sus propios misterios, es imposible no asombrarse, no deleitarse, no hipnotizarse. Un ejercicio aconsejable es suspenderse en la palabra, pensarla, atribuirle textura, profundidad, historia, origen, recorrido, metamorfosis. Enriquecer el lenguaje no implica únicamente aumentar el caudal lingüístico, es apropiarse de ese patrimonio intangible que, no obstante, construye una realidad entre tantas. La escritura, visual por definición, habita en comunión con la fragilidad del sonido. Sin embargo, por más diáfana que sea la grafía, los sentimientos a los que nos remite pueden ser inefables. Entonces, sólo se nos ocurre exclamar que nunca habíamos visto-escuchado Una palabra así de linda.

Lourdes Nievas recomienda a  SClarens



Las notas de Santiago son, a mi entender, el corazón del anclaje de Mediorama con nuestra realidad local. Y en estos días en los que ha resurgido la cuestión de los cómo de la construcción de la noticia y las presiones externas, sobre todo desde las declaraciones del presidente y la distribución de pautas publicitarias según una responsabilidad en el orden y el espacio que se le da a la crónica roja; quería recomendarles la re-lectura de Off the record que vio la luz bloguera el viernes 8 de julio.
La invitación a esta lectura no responde a una similitud en los temas tratados con lo reciente a lo que leí sino porque se adentra un tanto en esa relación de interdependencia entre periodista y político, particularmente cuando el primero ve al segundo como fuente, y éste se percata de la potencialidad como canal difusor de aquél. En el primer caso desde las sombras prácticamente con el futuro mote de fuentes consultadas; mientras que en la segunda instancia cuanto más cerca de la spotlight mejor porque ese polítiquito en el que pienso (aspirante a abandonar el anonimato popular en el que no pocas veces lo sume los 132 nombres de la lista de nuestros parlamentarios) anhela pegarse aunque sea por unos minutos al rating de un programa, al prestigio de sus periodistas o a la consideración que sus superiores en el partido tienen de ese medio. Y los que ya tienen todo eso quieren mantenerlo e ir a más quieren ser más, que el foco siga sobre ellos como protagonistas y el hecho sea un accesorio resultante de sus cualidades cuasi-mágicas performáticas. Entre toda esa maleza sale el periodista con una azada a veces con poco filo, que a veces no puede tomar del mango pero trata de carpir alrededor para que veamos que en ese mismo sitio un jardín es posible



KoLo sobre Diego F1

Hola. A mí (“mí” es KoLo) me tocó elegir un post de Dieguito Efeuno, para, si nos leés por primera vez, leas su mejor post (a mi entender, si vos tenés otro entender lo entiendo y recomiendo que leas todos sus post y me digas cuál es el mejor, en caso que concuerdes o discrepes conmigo). Elegí elegir Noche buena con las estrellas. Me encantó cuando lo leí y me encanta cuando lo releo. Una historia típica del under barrial mezclada con el delirio y la soltura de una conversación en confianza entre amigos. Un ejercicio que todos alguna vez nos podríamos hacer (en caso de que surja semejante pregunta), y que puede suscitar a una charla muy entretenida con argumentos (algunos muy racionales, otros infundados y otros rozando lo pasional). En aquella oportunidad comenté lo siguiente, y lo sigo sosteniendo.
Resucitaría a Kurt. Sabelo. Pero sería inútil porque se pegaría un tiro de vuelta. 
Resucitaría a Jim, y vos elegís cuál.
Resucitaría Lennon, sin dudas. También resucitaría a Mateo. Resucitaría a Gardel. Resucitaría a Rodrigo y a Marley (de verdad esos no me importan un carajo).

Resucitaría al Rock. A ese, seguro.”
    

Ruy Ramírez sobre KoLo

Para Ruy hay cosas más sencillas de lo que parecen. Decidir el mejor post del ciudadano autoproclamado KoLo surgió de una manera tan fácil como lo hizo aquel grito del hincha de Peñarol. Para mí recordar tal hecho es recordar cuando ponía el Unplugged de Nirvana y señalaba al reproductor en el momento indicado. Saber de tal hecho es saberse parte de una generación perdida entre el MTV con escenografías sucias, Micromanía, el quinquenio, aquellos contactos selectos que tenían copiadoras de CD, las maquinitas de Baltimore, los vaqueros rotos por las circunstancias de la vida y otras nostalgias. Al fin y al cabo conocer que Kurt Cobain era carbonero es  conocerse a uno mismo. Y eso es bastante para 1998 caracteres.

Mar Payssé sobre Ruy Ramírez

Su nombre es Ruy y son ya unos cuantos años trabajando en conjunto en las más diversas empresas cognitivas. Cientos de charlas (materializadas o no sobre el espacio de una hoja en blanco), intercambios  y mutuos enriquecimientos han consolidado en mí un profundo respeto hacia este polifacético creador y “reflexionador” (“pensador” es una palabra que suena al Siglo de las Luces o a la filosofía griega). Sus múltiples abordajes en Mediorama  son solo un muestrario de las muchas dimensiones hacia las que fluye su creatividad, desde storylines doblemente ficticias hasta entrevistas y acontecimientos de humorística verosimilitud, pasando por interesantes buceos en el mar de YouTube y verborrágicas palabras suscitadas por los temas que lo conmueven. Pero es cuando se lanza a la reflexión sobre su gran pasión, el cine, cuando más gusto me da leer sus escritos. Y más aún cuando la mirada sobre el fenómeno cinematográfico se embebe de lo semiótico y filosófico. Eso ocurre de manera altamente disfrutable en La ficticia frontera fractal: Primer episodio, donde se intenta recorrer ese complejo y movilizador vínculo entre el cine y la realidad y, por definición, entre éstos y el plano de la ilusión. No puedo esperar el advenimiento de los próximos episodios

SClarens sobre Lourdes Nievas

Debo confesar lo poco que sé de las temáticas en las que incursiona. Es más, lo que ahora sé fue por leer sus artículos. Por ejemplo, cuando escribió Flores rojas en mi camino me di cuenta que mirar una rosa y sentir que dice más de lo que aparenta no es de “flojito”. Su artículo me hizo acordar a la relación que el Principito (Le Petit Prince),  tiene con la Rosa a quien ama, y a la que poco a poco va descubriendo. En fin, les hablo de Lourdes Nievas, quien por el solo hecho de haber estado en Francia tiene bastante más cancha que yo para escribir sobre flores y sobre pinturas de artistas cuyos nombres no puedo pronunciar correctamente. En el artículo mencionado Lourdes dice que tal vez “el desafío es querer seguir abriendo los ojos”. Comparto totalmente, pero para llegar a eso me hace falta prestar más atención, por lo menos, a los “cuadritos” que hay colgados en las paredes de mi casa.

Diego F1 sobre AnBu

Realmente me ha costado cumplir la consigna de este escrito teniendo que recomendar un post de esta escritora. Los que leemos Mediorama sabemos que AnBu tiene un campo bien definido que le permite moverse con comodidad, y un estilo propio que hace plácida la experiencia del lector. Entonces,  ¿cuál elegir? Para salvar la disyuntiva decidí pensar en los que no la conocen todavía. A ellos les recomiendo que lo hagan con Los vaqueros sin pistola. Por comenzar a un nivel personal, por la sencillez pero lo llamativo de la idea, por el desarrollo de la misma en la dimensión de la sexualidad, porque al ser uno de los primeros es un buen ejemplo de todo lo que viene después, por mostrarnos que la ropa no solo esconde piel y por hacernos pensar mientras miramos vidrieras. Como ya dije, fue difícil elegir un post, así que más que nada yo recomiendo a la escritora.

Agora qué Celeste: Sabremos cumplir, sabremos cumplir, sa


Recreando el espíritu dialógico y opinológico de las antiguas ágoras griegas (al menos, como nos gusta imaginarlas), queda inaugurada una nueva sección colaborativa (entre las incorporaciones que se vienen) de Mediorama: el Agora qué. La propuesta es sencilla: un tema, sietes escritos, emanados de la pluma digital de los siete miembros de este colectivo medio serio. En esta ocasión, siguiendo la resaca de rating (y de alegría) que nos ha dejado el desempeño de la Selección, hemos elegido como tema “La Celeste”. Claro que, al primar en los temas el criterio de libertad antes que la estricta literalidad, la camiseta uruguaya no es lo único celeste que aparecerá en las opiniones de esta ágora virtual.


AnBu

Fui de las que estuvo prendida a todos los partidos de la copa. Me detuve en canales de televisión que nunca miro para empalagarme con las repeticiones, leí secciones del diario que habitualmente no me interesan y entré al Twitter de las personas vinculadas al mundo del fútbol. Festejé. Pero ya está. Estirar la hazaña alegando que en 3 millones de habitantes hay tantísimos futbolistas talentosos no me parece un mérito excluyente. Tampoco me agrada ver a nuestro presidente hacer leña política del árbol deportivo. Y mucho menos comparto el sentimiento de identidad o de nación que supuestamente el fútbol forja. Pero más triste me parece que gracias a que estamos en el quinto puesto del ranking FIFA, nos empecemos a hacer notar a tal punto que se acuerden de Rada en los premios Grammy.

Lourdes Nievas

Yo no vi el partido. Los que me conocen y saben de mi apego genuino y antiguo por el fútbol se sorprenderán. Es que quería evitarme la incomodidad de tener que verlo acompañada por mi familia, los otros partidos los había podido ver sola. Además no quería que los comentarios fuera de lugar tanto de mi madre (por ignorancia) y de mi padre (por aburrimiento malicioso típicamente oriental); no iba a soportar el “éste está emputecido del todo” refiriéndose a Forlán o “este viejo infeliz ya no sabe ni cuando mandar los cambios” por Tabárez. Entonces seguí toda la transmisión de 13 a 0 y fui feliz, me guardé toda la alegría para mí encerrada en mi cuarto con la excusa-no-tan-excusa de que tenía que estudiar para un examen. Pero recién dimensioné lo sucedido en su justa medida el lunes bien temprano mientras desayunaba, aprontándome un refuerzo de manteca y dulce de membrillo, como buena hija de Obdulio, y la mañana gris fue celeste.    

Kolo

Gracias, Celeste. Gracias. Nunca viví una fiesta ni compartí una alegría tan linda con tanta gente. Me emocioné y me sentí muy orgulloso de vos. Como aquella primera vez, volviste. Como tantas veces. Sos una cosa de locos. Durante todos los tiempos, generaste opiniones y sensaciones encontradas: felicidad, tristeza, enojo, orgullo, vergüenza, decepción y gloria. Gracias a vos, un país se sintió campeón. Se sintió feliz. 

Ruy Ramírez

Los triunfos del combinado futbolístico uruguayo han puesto al color celeste de moda. Ahora todos hablan y opinan de fútbol sin la necesidad de saber sus antepasados. Como los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla, creo que es necesario repasar algunas cosillas que conllevaron a tal hazaña.
• En la cancha de Las Acacias un jugador es mordido por un perro cuando se disponía a patear un corner.
• Se prohíbe que entren niños con los equipos a la cancha debido a que en un clásico las mascotitas armaron una batalla campal antes del cotejo.
• Charly Batista es expulsado a los 40 segundos de un mundial por atentar contra las piernas de un escocés.
• Darío Silva alquila una casa cerca de la concentración y la llena de prostitutas. Cuando la prensa se entera que se escapaba de la concentración para enfiestarse, Darío declara: “Alquilé esa casa para mis primas”.

Mar Payssé

Que los resultados exitosos en el fútbol alimentan la identidad colectiva no es noticia para nadie. Como acontecimiento, el fútbol no se comunica por sí solo, sino que es construido a través de los signos y relatos del periodismo especializado y genérico, el mundo mediático de las letras impresas, las pantallas, las miles de publicidades. Por sí sola, ninguna Copa constituye el mito. El sinfín de palabras que relatan ese triunfo, a la vez, lo construyen. Me encantaría indagar cuántas veces los diarios se han referido a nuestros deportistas como héroes, gigantes, leones, titanes. Hazañas, proezas, hitos históricos… No habría que dejar pasar demasiado tiempo para investigar sobre las construcciones mediáticas en torno al desempeño positivo de la selección, indagando cómo se generan -a través de descripciones y narraciones nada transparentes- las figuras, las identificaciones, los mitos y las resonancias intersubjetivas a partir de goles objetivos que también se escenifican sobre canchas mediáticas.

SClarens

Mi amor por ella comenzó hace años, cuando la vi por primera vez en la televisión. También le dicen “Celeste”, pero no se trata de una selección de futbol, sino de una de las actrices argentinas más lindas que los canales abiertos, dentro de algún empaquetado, pudieron mostrarnos. Celeste Cid se me presentó en 2003 –con 18 años– en aquella novela llamada “Resistiré”, donde cada tanto dejaba ver su cuerpo en escenas candentes. Pero comenzó su carrera en “Chiquititas”, pasó por “Verano del 98” y realizó alguna que otra actividad más en televisión y también en teatro. Hoy que todos hablan de “la Celeste” yo también lo hago, pero prefiero sustituir el artículo “la” por este link: http://www.youtube.com/watch?v=Id7-LVciG-8&feature=related

Diego F1

¡Aguante el Pato Celeste! Por haber estado en las malas y en las peores. Porque en las buenas estuvo bien de boliche y/o hasta las manos con la ley. Porque supo sacarse su cabeza patuna para repartir guantes de local y de visitante. Porque fue de los pocos que pudo hacer unos mangos en épocas de crisis del mercado futbolero uruguayo. Porque es un pato que pone huevo’ y roba gallinas. Por ser mascota de la selección, animador de fiestas, inflador de globos, dealer y vendedor de humo. Por tener entre sus contactos al que manda (el Pepe) y también al que manda de verdad (el Paco). Por ser todo lo que los periodistas deportivos (especialmente ese gordito de cámara celeste) siempre quisieron ser y nunca podrán: amigo de los jugadores, querido por los niños, deseado por las mujeres y respetado por los hombres.

Por ser nuestro Pato. ¡Salu’ maestro!