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Fotografía: Ruy Ramírez |
En esta primera comunicación virtual-real, creo pertinente marcar una premisa de acercamiento hacia los temas que voy a abordar. Continuando con el afán occidental de conceptualizar y taxonomizar, una duda que me surge es si tenemos claro de qué hablamos cuando mencionamos la sexualidad.
Es interesante comprender que la sexualidad es un proceso, no un objeto. Es el resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos, socio-económicos, culturales, religiosos, espirituales, éticos y morales. De esta manera, se evidencia que es un área vasta, cambiante y dinámica.
Además, integra entretejidamente el sexo, el género, las identidades de sexo y de género, la orientación de deseo erótico-afectivo, el amor, el cuerpo. A su vez, se expresa mediante pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, prácticas, actividades, roles y relaciones. Entonces, con todos esos ingredientes, la sexualidad se constituye como un campo de tensiones y tensionado permanentemente.
Si visibilizamos la sexualidad como la experiencia de todo lo que somos, sentimos, pensamos y hacemos, podemos reflexionar sobre nuestra integralidad y complejidad. Hallaremos muchas respuestas en nosotros mismos como seres sexuales y sexuados que somos, sin necesidad de apoyarnos en definiciones enciclopédicas todo el tiempo.