martes, 20 de septiembre de 2011

La pornografía en los tiempos de la opulencia digital

Últimamente estuve divagando erráticamente sobre la Internet y otras hierbas no reales. Incluso supe escribir una diarrea verbal en Mediorama sobre el tinte trágico de las casillas de correo en su carácter de tumba prolífica en basura.

Foto: Ruy Ramírez
Hoy les traigo otra disquisición barata del tercer tipo sobre la Internet aunque todo indica que será más difícil buscarle la veta poética; ya se darán cuenta si leyeron el título. Si no lo leyeron háganlo, pues es recomendable leer el título del artículo antes del mismo, los títulos brindan bastantes pistas para la posterior decodificación del propio artículo.
Cada dos por tres sale una encuesta que profesa que gran parte de la Internet es pornografía en alguna de sus variantes; en segundo lugar vienen los extraterrestres, lo que hace pensar que la pornografía extraterrestre sería un negocio más que redituable. Hablar de porno Alien no viene fuera del caso, ya que la virtualidad nos permite explorar las cosas más raras del porno; el anonimato y la curiosidad son una mixtura que puso creativos a los pornógrafos de turno. Con todo esto la pornografía es algo que nos acompaña en el día a día cumpliendo los sueños más políticamente incorrectos posibles.
La cuestión del tema queda muy bien planteada por South Park amalgamando la ausencia de Internet con Viñas de ira[1] de John Ford.
Veámoslo, aunque advierto que puede llegar a ser un tanto obsceno. Pero es muy ilustrativo ver la ausencia porno.


Luego veamos un video de Buscaglia que a lo  hombre orquesta supo escribir un tema con los asuntos de los mails porno que le llegaban.


Antes de la Internet la pornografía también generaba una creatividad  tangencialmente. El hecho de conseguir el material en los 90’s conllevaba a cierta complicación propia de la búsqueda, ya que no era fácil el acceso.
Foto: Ruy Ramírez
Esa cacería sumada a todos los mecanismos que permitían esconder el material sacaba algo del boina verde nuestro.  Todo el ingenio de los preadolescentes estaba a disposición de la recaudación, protección y usufructo de la pornografía. Todo un mecanismo social (porque en aquella época se compartía la información como un tesoro).
A modo de ejemplo, ciertas cosas en que se incurrían: los VHS que algún osado se animaba a comprar en la feria y que después era copiado juntando dos videocaseteras de dos familias; esa revista playboy que traía el hermano mayor de alguien de Buenos aires; las montañas de disquetes con algunas fotos de la Internet por las cuales alguien gastó una fortuna en el recibo de Antel; ver todo el programa de Benny Hill en pos de alguna teta suelta; mandar a alguien con nervios de acero a preguntar por la carpeta escondida de los videoclubs.

Intentando llevar todo esto a algo un poco más abstracto y poético (lo cual es difícil) creo que la opulencia digital -o sea, la presencia de lo infinito o de lo virtualmente infinito- es contraproducente.
No digo que sea mejor lo que se hacía en mi preadolescencia a lo de ahora. Lo que digo es que aquello era más interesante; de aquello se puede escribir una buena peli, una mixtura de los goonies, pateando lunas y porkis. Si en aquello había un montón de ingenio y anécdotas ahora no hay nada; si las cosas están demasiado cerca dejan de ser preciosas.

En La leyenda del 1900[2] el pianista interpretado por Tim Roth no podía bajar del barco debido a que en la ciudad no había horizonte sin ciudad. La ciudad es infinita y él no podía tocar un piano infinito. La poética viene a solucionar lo finito de las cosas, hace que el teclado del pianista se vuelva infinito. En un mundo infinito no hay espacio para la poesía ya que las metáforas y los desvíos están para expresar aquello que no tiene una palabra propia.

Terminando el oxímoron entre poesía y pornografía, la oferta exuberante y anónima de Internet le quitó la cualidad finita – por ende la poética – a la pornografía. Ya no habrá más anécdotas sobre la pornografía, ya no habrá nada aledaño a ella, ya no será vínculo entre muchachos de 12 años que se convierten en James Bond esperando para grabar cine para adultos en el canal 4. Ahora ya no es tema de discusión, es tan solo algo anónimo, individual y ajeno; la pornografía ha desaparecido de una esfera ya que no hay nada para decir de ella. Irónicamente ha desaparecido por la constante presencia.


[1]  FORD, John (1940) The Grapes of Wrath
[2] TORNATORE, Giuseppe (1998) La leggenda del pianista sull'oceano

No hay comentarios: