miércoles, 13 de julio de 2011

De los versos más alejandrinos

Hace tiempo (un par de años quizá, no en realidad son ya como cinco o seis años) un querido y querible amigo escribió en mi cuaderno:

“Un mes pasa y trae otro mes.

Lo que viene uno fácilmente lo adivina:

son aquellas mismas cosas fastidiosas de ayer.

Y llega el mañana ya a no parecer mañana.” 1

A lo que yo le contesté en un pedazo de papel que metí en su agenda: “Te tengo dos preguntas: 1- ¿Tan aburrido estás o le estás dando un poco de color? El futuro es de lo más lindo que tenemos, me importa un carajo los que dicen que ya fue todo y todo es lo de siempre. 2-¿De dónde sacaste eso? ¿No me vas a contar?... No te olvidés que yo te paso la data de todo lo que leo, jajaja.” No es que mi memoria sea tan exacta, mi amigo hace poco me regaló un libro y me trascribió dicha notita para mi enorme beneplácito.

Tal vez haya sido este hecho, el libro-regalo como parte de este reencuentro, su regreso lo que hoy me motiva a recomendarles a un autor que él me hizo conocer: Constantino Kavafis.

Al principio mi relación con él fue delicada, aquel mismo amigo embarró la cancha sin querer cuando me dijo que había un poema de él superconocido (Itaca), que se había popularizado en estos lares por aparecer en un libro de Paulo Coelho. Entonces se me pasó mágicamente la curiosidad por un tiempo, no lo mencionábamos en las charlas, tan solo desapareció. Al tiempo, al año, también “desapareció” el amigo, es decir, se perdió un poco el contacto, las facultades, los trabajos, las rutinas. A finales del año pasado lo que sucedió fue que leyendo un artículo en internet se lo mencionaba y me encontré leyendo una antología “Cien poemas”, y ese poemario se convirtió en una de mis lecturas predilectas de este 2011.

Sobre mi reencuentro con este amigo, puedo decir que él ya no está tan aburrido y desencantado de la vida, está más maduro, está mejor, se conoció mejor, vio esa grandiosa sobria alegría que yo reconocí al volverlo a ver. Ahora somos dos viejos de 23 y 25 años, que no se evitan el “yo te lo dije”. Él me increpó que sabía que en algún momento lo iba a extrañar y así retomar las lecturas que había rechazado, subestimándolo. Le conté que ahora mi poema preferido era “Cuanto puedas” .

“Y si no puedes hacer tu vida como la quieres,

en esto esfuérzate al menos

cuanto puedas: no la envilezcas

en el contacto excesivo con la gente,

en demasiados trajines y conversaciones.

No la envilezcas llevándola,

trayéndola a menudo y exponiéndola

a la torpeza cotidiana

de las compañías y las relaciones,

hasta que llegue a ser pesada como una extraña.”

Siempre nos resulta increíble encontrarnos y reencontrarnos, pocas veces sentí que alguien hablaba desde mi adentro casi corpóreo como este alejandrino menudito intelectual, sufrido, escandalosamente detallista, ecléctico (cristiano y politeísta antiguo), distante e íntimo a la vez, erótico ("Recuerda, cuerpo" posiblemente sea el más conocido al respecto) y culpable. Lleno de mitologías y sabiduría griega atemporal, rechaza las retóricas, y se mete casi sin nombrarlas en las historias y en las ciudades que él mismo vio convulsionar, la Londres de finales de siglo XX, los disturbios que desencadenaron en la ocupación británica de Egipto en 1885, el París del 1900. Además no podría terminar esta invitación sin explicitar que gran parte del crecimiento en número y lugares de lectores desde los años sesenta (murió en 1933) se ha explicado en su advenimiento como icono cultural adoptado por la comunidad gay internacional.

VINO A LEER

Vino a leer. Están abiertos

dos, tres libros: historiadores y poetas.

Pero apenas leyó unos diez minutos,

y los dejó. En el sillón

dormita. Pertenece por entero a los librospero

tiene veintitrés años, y es muy hermoso;

y hoy después de mediodía pasó el amor

por su carne ideal, por sus labios.

Por su carne que es toda belleza

el ardor erótico pasó;

sin pudor ridículo por la forma del placer...

TEMETHOS, ANTIOQUENSE: 400 D.C.

Versos del joven Témethos apasionado de amor.

Con el título de "Emonidis"- de Antíoco Epifanes

el querido compañero: un hermosísimo

joven de Samosata. Pero si los versos resultaron

cálidos, emocionados es porque Emonidis

(tomado de aquella época antigua:

¡el ciento treintisiete del reinado de los griegos!

- acaso también un poco antes) fue colocado en el poema

como un simple nombre: apropiado sin embargo.

Un amor de Témethos el poema expresa,

bello y digno de él. Nosotros los iniciados

sus amigos íntimos; nosotros los iniciados

sabemos para quién se escribieron los versos.

Los antioquenses ignorantes leen Emonidis.

SUPLICA

El mar a sus abismos llevóse un marinero.-

Su madre, sin saberlo, va y enciende

un alto cirio delante de la Virgen,

para que vuelva pronto y el tiempo le sea benigno y

de continuo tiende hacia el viento el oído(…)

TERMOPILAS

Honor a aquellos que en sus vidas

se dieron por tarea el defender Termópilas.

Que del deber nunca se apartan;

justos y rectos en todas sus acciones,

pero también con piedad y clemencia;

generosos cuando son ricos, y cuando

son pobres, a su vez en lo pequeño generosos,

que ayudan igualmente en lo que pueden;

que siempre dicen la verdad,

aunque sin odio para los que mienten.

Y mayor honor les corresponde

cuando prevén (y muchos prevén)

que Efialtes ha de aparecer al fin,

y que finalmente los medos pasarán.


Post-scriptum: Para los que no lo saben aún y los que puedan piensan que mi sabático IPA me borró parte del disco duro, los versos alejandrinos son los versos de catorce sílabas.

1 comentario:

Nati dijo...

Me gustó!
Me dolió bastante lo de "viejos de 23 y 25 años" dado que tengo 26, pero me gusta esa identificación de las amistades con los textos.
Saludos