lunes, 11 de julio de 2011

Una palabra así de linda


Hace algunas semanas, mediante una votación cibernética, se eligió la palabra más bonita del idioma castellano. Las candidatas de este poético concurso de belleza, organizado por el Instituto Cervantes,  fueron palabras propuestas por figuras célebres del arte y el espectáculo.
“Querétaro” fue la finalista coronada, aunque tal vez menos por su belleza intrínseca que por la del actor que la propuso: Gael García Bernal. La paradoja es que se trata de un término no presente en los diccionarios de la lengua española, pues es el nombre propio de un Estado mexicano (traducible como “isla de las salamandras azules”), derivada de una lengua nativa del lugar. Castellana o no, lo cierto es que “Querétaro” tiene una sonoridad cautivante, con su esdrújula rítmica, con sus suaves "r", el tono quebradizo de la “q”, la necesaria y enmudecida “u". Probablemente lo de Gael fue un arrebato patriótico, pero no puede desconocerse un encanto sonoro en esta singular palabra.
Otras palabras concursantes fueron propuestas por su peso conceptual e ideológico (la favorita de Vargas Llosa, “libertad”)  o por su significancia artística (la de Alejandro Sanz, “flamenco”). Y entre tantas razones para elegir solo una entre las miles que componen el idioma, surge la pregunta: ¿por qué nos gusta una palabra? ¿Por sus sonidos? ¿Por su significado estricto? ¿Por sus peculiaridades gráficas? ¿O por el sentido que guarda para nosotros?

Mariana Payssé

Hay una palabra que no he podido eludir en ninguno de mis trabajos monográficos: “diáfana”. Así, en femenino y en singular. Una manera algo más mística de decir “clara”. Me gustan las palabras que tienen el peso de un nombre de mujer. “Clara” es un nombre precioso, aunque mi madre se negó a ponérmelo porque pensó que en la escuela se burlarían de mí utilizando apodos relativos a la yema y demás componentes del huevo. La “claridad”, como sustantivo, es también un vocablo hermoso, abierto, claro, como el propio concepto que define. Una palabra que se define a sí misma por su propia sonoridad. Pero “diáfana” es aún más abierta, más nívea, más llena de magia. Me recuerda a “oceánida”, otra palabra que amo, por sus sonidos y por las profundidades azules a las que me remite. Sentido y significante se conjugan para hacer de “diáfana” y “oceánida” palabras milagrosas. Pero imaginen el martirio de una niña con semejantes nombres. El peso del significado nos restringe, nos asfixia. Por ese mismo motivo no podría llamar a mi hija “Olvido”, aunque su oscura sonoridad me guste tanto.
Sin embargo, es posible desligarnos por un momento de la gravedad de los conceptos y dejar que los sonidos floten con la liviandad del aire que los transporta. Eso me ocurre, por ejemplo, con la palabra francesa “angoisse”. Su traducción: “angustia”. ¿Cómo una palabra con tanto pesar en español puede ser tan suave y dulce en otro idioma? Entonces el gusto por un vocablo, nuevamente, no está en las meras acepciones. Está en las sensaciones que nos producen las pronunciaciones al oído. Lo mismo con la palabra “melancolía”. Lo mismo con “faiblesse”, que en francés significa “debilidad”.
Sentidos y sonidos, susurros y sonoridades. Significados y significantes. La palabra “crujiente” cruje. La palabra “purpúrea” es tan intensa como el color que adjetiva. “Almendra” es deliciosa como el fruto que bautiza. “Esdrújula” es una palabra esdrújula.  La palabra “palabra” es abierta y femenina, como casi todas las palabras cristalinas que me gustan. Pero quizás la palabra “belleza” no necesita gustarnos para designar lo bello. Simplemente lo designa, porque así se ha convenido. Y sin embargo, las palabras están ahí para jugar con nosotros. Para que sigamos jugando con ellas, más allá de sus fonemas, sus polisemias, sus delimitaciones conceptuales.  

Están las palabras que simplemente nos gustan. Otras nos seducen, nos envuelven, nos fascinan y nos lanzan al olvido. Con otras cultivamos una valiosa amistad. Y están, por supuesto, las que nos enamoran, nos completan los sentidos y las emociones, nos regalan un amor para toda la vida.
 ¿Cuál palabra hubieras propuesto tú en el concurso de belleza?  

7 comentarios:

Comentarista misteriosouuh dijo...

Antes que nada gracias por este momento de leite. Usted sabe como complacer la sonoridad buscante de los ojos.

Mis palabras son:

Sirio (in memoriam)

amalgama

euforia

lúcida

Ruy Ramírez dijo...

La palabra más bella es mas (sin tilde)

KoLo dijo...

"Jujuy" es una palabra muy divertida, para mi. Pero yo eligía la palabra "Nueve" para el concurso de belleza. I love it! :D

FLACA dijo...

Yo no sé qué palabra elegiría, pero me gusta la palabra. Siempre me gustó. Y me gustan algunas palabras que aparecen aquí, todas con muchas "a".Ese fonema siempre me sugierió la luz, lo bello, lo infinito. Ni qué hablar cuando se une a la "m" del boca chiusa de las nanas.

Tatiana dijo...

Mmm... siempre me gustaron por su sonoridad, y no por lo que significaban en ingles "fiance" y "starving" (creo q asi se escribe) y en portugues "saudade". En español no encuentro alguna que me atrape como esas por su sonoridad en otros idiomas

mónica dijo...

Qué buena idea pensar en las palabras que nos gustan por el sonido que emiten, por la dulzura de la voz al pronunciarlas, por recordar quien la emitió y nos emocionó, etc.Me gusta también el hecho de pensar en un nombre que nos guste, por ejemplo ARIADNA.
Las palabras que más me gustan:esperanza, lívida, inefable, paz.

Nati dijo...

Totalmente de acuerdo con la belleza de las palabras que sugieren con el sonido.
Me ganaste el corazón con diáfana, confieso que no pude pensar en otra por un buen rato porque es hermosa, pero propongo alguna otra de misterio como "ahonda", "cenizas" o "silencioso" y una que repica y me divierte, aunque sea antipoética: "vitivinicultura"