lunes, 3 de octubre de 2011

Janis Joplin y cómo pretendemos seguir tomando piezas de su corazón

Mañana, 4 de octubre, el rock and blues mundial llorará por cuadragésimo primera vez la pérdida de su estrella femenina más poderosa. La madrina del club de los veintisiete sigue haciendo falta, ella está sola, ella sigue sola por más que el componente femenino de dicha hermandad haya ganado una tremenda soul diva hace unos meses.
Sigue amando a veinticinco mil o más personas cada vez que canta pero aún busca en solitario el largo camino a casa, parafraseándola un poco. Amigos... tuvo muchísimos, amantes... unos cuantos, fanáticos... sigue cosechando y ni que hablar de emuladoras, ese acto fenoménico sucede cada vez que una jovencita descubre el blues y cree que puede ser cantante.  
Entonces el enojo se hace voz y la lágrima que intento contener cuando escucho "Bye, bye baby" o "Try" y la que sé que no voy a poder reprimir cuando llega "Piece of my heart" en mi  recontragastado CD de Antologías se renuevan en discusiones, a veces solo conmigo misma sobre los cómo y los por qué de su estilo. ¿Cuál fue su mejor banda? ¿Es esencialmente innovadora de su época o solo el último producto de una maquinaria que ya había absorbido todo lo original de la San Francisco de esos últimos años de la década del 60? A mi entender lo suyo fue superior a mucho de lo de sus colegas y amigos de Jefferson Airplaine o The Grateful dead porque le agregó toneladas de pasión desgarradora y flagelo potente e inseguro en un mismo tiempo a la psicodelia californiana.
Lo cierto es que en vida llegó a conocer los mejores halagos y las peores críticas ("la Judy Garland del Blues") como antes también las había sufrido su ídola, Bessie Smith "una amante de la afección vocal" que había partido treinta y tres años antes, también siendo muy joven tras ser rechazada en un hospital para gente blanca se desangró mientras la llevaban a otro centro asistencial tras un accidente de tránsito consecuencia de su alcoholismo. En 1970, poco antes de su muerte, Janis decidió darle una sepultura a su nivel en un panteón pago por ella. También había dispuesto todo en el caso de su propio deceso fiesta paga por adelantado con alcohol y brownies locos para sus amigos. "Va por cuenta de Pearl" (su seudónimo), rezaba la esquela que dejó.
Sus cenizas van por el Pacífico y ella no terminará nunca de irse, en las orillas contemplamos notas musicales y anécdotas formando parte del océano de la historia universal del sonido que alimentara una vez y cuyas consecuencias siguen evolucionando.




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