“Que no te vaya a ver la Bianchi corriendo por los pasillos, ni cuando vas al baño”, se decía en aquel entonces, cuando yo estudiaba en el Bauzá. Es que cuando sos estudiante todo director te resulta terrorífico. Nunca me la crucé en esa situación, nunca tuve problemas con Graciela Bianchi, directora del liceo Bauzá.
La tan controversial directora tiene más prensa que Pedro Bordaberry luego del “Día del Firmazo”. Es que, en su totalidad, es una persona de combinaciones extraordinarias. Directora de uno de los liceos más grandes de Sudamérica, con un perfil de izquierda independiente, que formó parte del gobierno (y no solo del frenteamplista), que se opuso a las ocupaciones de los liceos durante el gobierno de Julio María Sanguinetti, que no acepta las reglas oficiales de flexibilizar la exigencia educativa y que se peleó –recientemente– con el ministro del Interior, Eduardo Bonomi. Sumémosle a ello que tampoco se lleva bien con el director de Secretaría General del Ministerio de Educación y Cultura, Pablo Álvarez, quien publicó esta semana en su muro de Facebook un video donde se la ve discutiendo con estudiantes: “cállate la boca”, “a mí no me tuteás” y “la que manda acá soy yo”, son algunas de las expresiones que utiliza Bianchi para hablarle a un grupo de estudiantes que se habían subido a un árbol y le arrojaban cosas a las personas que por allí pasaban.
La pregunta que todos nos hacemos (o nos deberíamos hacer) es: ¿tan mal de la cabeza está esa directora? Evidentemente, si nos apuran, la primera respuesta seguramente sea un rotundo “sí”. No obstante, ni me quiero imaginar lo que significa dirigir un liceo con 3 mil estudiantes. Tampoco logro pensar en un modo eficaz para tratar con alumnos que, lamentablemente, no cuentan con los valores necesarios para comprender el esquema jerárquico que implica la relación director-alumno. Con esto último no me refiero a la relación del director “todo poderoso” con el alumno insignificante y pasivo, como la que había en los colegios de antaño (y que seguramente en algunos centros educativos todavía sobrevive). Apunto a un buen trato y al reconocimiento del lugar que cada uno ocupa en la institución.
En resúmenes cuentas, creo que a “la Bianchi” (como le decíamos hace unos seis años) se le fue la mano con el modo en que le habló a los estudiantes. Pero también creo que el error fue ese, el modo en que se expresó, y no el porqué de esa charla con sus alumnos. De todos modos les aclaro algo: por suerte nunca tuve problemas con esta directora.
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