miércoles, 15 de junio de 2011

Educaciones políticas y sentimentales

No sé por qué anoche a última hora, al ver en un noticiero fragmentos del debate parlamentario sobre la nueva propuesta impositiva al agro recordé un pasaje de La Educación Sentimental de Flaubert.



Era esa hora en la que creés que estás despierto, en la qué poco te importa que comés, que ves pero aún no te querés ir a la cama porque sabés que a pesar de estar cansado no podés dormir, lo cual te fastidia todavía más.
Y es así que divisé flotar comentarios sin espesura alguna como nenúfares en un apacible tajamar de supuesta pureza, niños aburridos los movían sin gracia con palitos estirando los brazos.
Pululan parlamentarios de pobres enunciados únicos que para peor se los pegan en improvisados inestéticos carteles para lograr el nivel mínimo de comprensión de los demás, como si estuvieran explicando sin saberlo –creo, de manera jocosa en realidad- la ley de Graham (la velocidad de difusión de un gas es inversamente proporcional a la raíz cuadrada de su densidad, es decir, cuanto menos denso se propaga más rápido) en vez de estar pasando directamente a una demostración; y poner unos megaparlantes con lucecitas azules (como los del auto de mi primo Mike) con el jingle de la Catalina, ya que la consigna viene de bancarle la cabeza al Pepe.
Me fui un poquito al carajo, capaz, pero el nivel del debate se correspondía con la idea de la performance, ¿o no?.
Decía al principio que al percibir ese panorama bastante desestimulante, en mi cabeza se había disparado un pasaje de La Educación Sentimental de Flaubert, y fue el de la Toma de Tuilieries en la revolución de 1848 en la que el protagonista Frédéric Moreau, testigo del hecho, se encuentra con un tal Hussonet y se sorprende porque este bohemio que había conocido en una situación muy distinta, ahora le confesaba “haberse metido a la Corte. Y bueno ahí buena farsa, ¿no?”. En medio de la revuelta, la invasión al Palacio y lo que hacen en él “cada uno satisface al fin sus caprichos” al atraverse tras pasar largos ratos contemplando como “masa inofensiva” como describe a esa masa Flaubert. Hussonet pasaba de maravillarse: “¡Esto será un mito! Vea al pueblo soberano” a cuando se vio rodeado de la “alegría frenética” (de cómo se apoderaban del lugar destrozándolo, bailando, tomando, soldados empujando por la cintura a las prostitutas por los aposentos reales mientras que Frédéric se detenía frente a una muchacha que en el cuarto de la reina se quitaba limpiaba sus bandanas con lo que allí encontraba); solo le quedo terminar despotricando: “Salgamos de aquí, este pueblo me asquea”. A lo que Frédéric responde: No importa, al pueblo yo lo encuentro sublime”.
No es que esté comparando a algunos de los parlamentarios que escuché anoche con Hussonet, pero me molesta y bastante los que se llenan y han llenado la boca de pueblo, elegidos (en las urnas pero también entran definiciones más místicas) para ser los sabedores de lo que quiere la gente y los encargados de simplificarlo para que todos lo tengan claro, mientras solo buscan arengar para que la masa vaya a alentar, que la gente salga a mostrar apoyo público “defender” cualquier cosa, en este caso la fuerza llamaría a respaldar al presidente. Pero cuando el montón no muestra acuerdo y acata, habiéndose equivocado o no, aquellos elegidos se sorprenden y recriminan, como si a ellos se debieran más de lo que ellos le deben a esos que representan; y hasta se dan el lujo de mostrar desprecio.
No sé si en este momento estaría dispuesta a salir al montón a manifestar mi adhesión pública a este gobierno que orgullosamente voté, dudo mucho, me gustaría que el tiempo y las energías se gasten en el trabajo de gobernar y no en la chicana interna del yo sí y vos no, o sacar campañas publicitarias que siento que me faltan el respeto como ciudadana, yo le digo no a la propaganda constante, vacía, idiotizante, que parece una parodia política de una triste estrategia autoritaria del S XX. Sí a las discusiones en serio, no pienso perder mi tiempo en arengar a la gente a que encare para que otros dejen de poner palos en la rueda.
Tá ponele que a esa hora cuando me descolgué de la cuasi comparación ya estaba recontra quemada, pero no me compliqué mucho más: cambié de canal, y en E! repetían la última temporada de Project Runaway.


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