lunes, 1 de agosto de 2011

Bienvenidos al mes de la nostalgia


La proyección comercial que en el mes de agosto se hace de la nostalgia, en torno a la ya sacra noche del 24, es una buena excusa para empezar a bucear por ese concepto, ese sentir, esa actitud que tanto define a nuestra identidad imaginaria desde tiempos lejanos.

En honor a la nostalgia (o a causa de ella), durante mis escritos del presente mes bordearé esta noción desde diversas experiencias y reflexiones. Les invito, desde esta primera entrega, a transitar por los recovecos de mi nostalgia, que tal vez se conecte en algún punto con los refugios nostálgicos de ustedes. Porque todos construimos nuestras nostalgias. Porque ellas nos construyen a nosotros, irremediablemente.
El mes de la nostalgia / Parte I: Los pies que sollozan

“No ves que vengo de un país que está de olvido siempre gris”, cifra el tango La última curda en uno de sus versos –paradojalmente- memorables. Puede que nuestro color simbólico sea el celeste, pero si hay un clima que nos representa es el gris. Ese gris de tango, de tango que mi padre (nacido, casualmente, el primer día de agosto) me ha enseñado a querer tanto. Hay una frase preciosa de Horacio Ferrer que define al tango como “esa tristeza que se baila”. Lagrimones piantaos, nostalgias de sentir su risa loca y amores que se buscan olvidar en una copa son figuras recurrentes en el universo poético del tango. Ese encuentro de los cuerpos que se se danzan en una efusión que está condenada a la tragedia, esos acordes oscuros que nos trasladan a los bajofondos con sus mágicos pesares.
Y si hay una sensación física del dolor, es el calambre, punzante e inmovilizante. El magistral Piazzolla captó en el tango así denominado ese paralizante ardor muscular (y, se sabe, espiritual), pero lo convirtió en música danzable. Es el tango de su autoría que más me gusta, y el que más me gusta de todos en el mundo. Saura lo tradujo en deleite audiovisual en la inolvidable escena ajedrezada protagonizada por Julio Bocca.

           





De tangos y medallas

Lo que me encanta del tango es que, desde sus orígenes arrabaleros-portuarios en el Río de la Plata, ha trascendido para mixturarse con matices contemporáneos (Piazzolla es un emblemático ejemplo) y fusionarse en las más diversas artes. Eso ha ocurrido incluso en el ámbito deportivo, en el deporte que también es dueño de mi honda nostalgia, emanada de lo que siempre quise y habría querido ser. Hablo de (más que hablar, siento) la gimnasia artística.  
Las rutinas de suelo de este deporte-arte combinan danza y ejercicios acrobáticos al ritmo de una música instrumental. El tango ha sido una constante en las rutinas gimnásticas, elegido por legendarias soviéticas de los ochenta e instalándose  como gran tendencia en el último bienio.
Recuerdo una competición olímpica (creo que era Sydney 2000) en que Mario Uberti relataba el evento de gimnasia y, mientras una atleta hacía su salto al potro, se escuchaban los acordes de La cumparsita como telón de fondo. Una gimnasta los estaba interpretando en su rutina de piso. “¡Matos Rodríguez internacional!”, exclamó Uberti, haciendo referencia al legendario compositor. Increíblemente, una gimnasta de algún país que ni siquiera sabemos pronunciar había elegido al himno de los tangos uruguayos como la música de su presentación. Y es que en un país tan chiquito nos da un orgullo bárbaro cuando en otro punto del globo (aun sin saberlo) se nos da presencia. Y entonces los tiempos y espacios y géneros se cruzan sin quererlo: desde el arrabal decimonónico de Montevideo hasta un gimnasio de alto rendimiento en Texas o Moscú.
Esta fusión tan puntual entre el tango y la gimnasia ha dado a luz varias piezas disfrutables. En el mes de la nostalgia, quiero compartirlas con ustedes, para que tal vez empiecen a admirar este deporte tan poco difundido en nuestro territorio (mediático y geográfico). Aunque el desarrollo de la gimnasia sea escaso en Uruguay, al menos el legado musical de estas tierras ha aportado su arte para embellecer al deporte.

De colección: gimnastas de arrabal
Nastia Liukin
Campeona olímpica en los Juegos de Beijing, la estadounidense de sangre rusa (su padre y entrenador fue campeón olímpico representando a Rusia) aprovecha sus líneas alongadas y su soberbia elegancia para entregar la mejor rutina de toda su carrera, al ritmo de tango.



Aliya Mustafina
La emperatriz de la gimnasia durante todo campeonato habido en el 2010 (ahora recuperándose de una delicada lesión de rodilla) conjuga una soberbia actitud rusa y unos ojos cargados de sombra al ritmo de un clásico gardeliano que siempre logra erizarme: Por una cabeza.




Vanessa Atler
Aunque fue una gran promesa de fin de siglo, Atler no participó en los Juegos del 2000, por lo que Uberti no se refería a ella al escuchar nuestra querida Cumparsita. Parece que es un tango popular, porque esta gimnasta estadounidense ya lo había elegido para su poderosa rutina, en una versión orquestal muy clásica.  




Terin Humphrey
Adoré la serie de esta gimnasta en los Juegos de Atenas 2004. Me encanta, sobre todo, la secuencia en el minuto 1:10, donde garabatea la melodía de matices tangueros con sus movimientos giratorios al ras del suelo.





Sandra Izbasa
Rumania es la selección de mis amores en esto de la gimnasia (otro día conocerán la historia). Por eso, no podía faltar una rumana en esta nostálgica selección, aunque sea una pieza demasiado fusionada con la electrónica y los ritmos modernos. Pero, a fin de cuentas, de fusiones se ha tratado esta columna. Y Sandra (oro en suelo en  Beijing) transmite con énfasis la abrumadora pasión de los ribetes tangueros.



Estoy pensando seriamente en escribir una carta a la Federación Rumana de Gimnasia para que la bellísima Ana Porgras ejecute su serie al ritmo de Calambre, o que la prometedora Larisa Iordache lo haga con Libertango.
Como también el vals está impregnado del vaivén de la nostalgia, qué mejor manera de cerrar este primer recorrido nostálgico que con la gimnasia-ballet valseada de la mencionada Ana, mi gimnasta preferida, quien provoca en sus formas elegantes la nostalgia viva de la antigua esencia artística de la gimnasia.




6 comentarios:

Lourdes Nievas dijo...

Al fin, lady Marian, su columna deportiva que tanto estábamos esperando.

Siga humillando con sus conocimientos gimnásticos!!

Qué linda esa relación con el tango, pocos ritmos hablan así de claro del cuerpo, es más que baile, es impronta casi instintiva.
Por suerte digo que el tango no está esperando que envejezca para gustarme, ya me atrapó hace tiempo.

FLACA dijo...

Maravillosa síntesis de la nostalgia tanguera con la nostalgia por la infancia perdida. Un abrazo.

Codorníu dijo...

Felicidades. Me ha gustado mucho el artículo. Tiene "cuerpo" en muchos sentidos.

En lo subjetivo, siempre me sentí atrapado por el tango.

Un saludo.

Unknown dijo...

Yo tengo unas preguntas che. No tengo idea si la nostalgia es rígida. Porque así como cada uno nostalgea con lo que puede, que casi siempre es con el tiempo "dorado" de su juventud, en general a uno no le gusta aquello con lo que nostalgea el otro. Porque uno vivió otra cosa cuando el otro vivía la suya.
Entonces llama la atención el poder del tango para ejercer su poder nostálgico por encima de las generaciones. Y su estrategia fue cambiar.Cambiar justamente eso que cuando se cambia parece que dejara de ser.
Entonces yo me pregunto: ¿hay una esencia del tango? ¿Se empezó a perder con el tango canción asimilado por las clases medias y después altas?¿Se siguió perdiendo con Piazzolla?
¿Se terminó de perder con Bajo Fondo y su electrónica? ¿En dónde está guardado el tango tango?

¿De qué tenemos nostagias cuando nostalgiamos a través del tango? ¿De un modo de ser y de vivir hoy obsoleto? ¿Un machismo lamentoso y alcohólico castigado por paicas y grelas? Porque a mí me pasa que la nostalgia que me despierta el tango es más que nada una nostalgia de la nostalgia de la nostalgia que han sentido otros.
Una nostalgia de un mundo que yo no hubiera querido vivir.
Pero así y todo, es mi mísica.
Qué cosa, no?

Marple dijo...

Mis nostalgias del tango son muy pobres y son escasos recuerdos de aquella épocas en las que en los bailes del club del pueblo habían dos instancias:"la típica y la jazz" como dice Jaime Roos en La Margarita.
Creo que lo que me atrae del tango es esa especie de trance en que entran los bailarines en que dos son uno y que Borges lo cuenta en Hombre de la esquina rosada y Cortázar en las puertas del cielo.
En el primero:
"Francisco Real se quedó perplejo un espacio y luego la abrazó como para siempre y les gritó a los musicantes que le metieran tango y milonga y a los demás de la diversión, que bailáramos. La milonga corrió como un incendio de punta a punta. Real bailaba muy grave, pero sin ninguna luz, ya pudiéndola. Llegaron a la puerta y gritó:
¬ ¡;Vayan abriendo cancha, señores, que la llevo dormida !
Dijo, y salieron sien con sien, como en la marejada del tango, como si los perdiera el tango"

En el segundo :
"Celina seguía ahí sin vernos, bebiendo el tango con toda la cara que una luz amarilla de humo desdecía y alteraba…
Me quedó inteligencia para medir la devastación de su felicidad, su cara arrobada y estúpida en el paraíso al fin logrado. Así pudo ser ella en lo de Kasidis de no existir el trabajo y los clientes
Nada la ataba ahora en su cielo sólo de ella, se daba con toda la piel a la dicha y entraba otra vez en el orden donde Mauro no podía seguirla. Era su duro cielo conquistado su tango vuelto a tocar para ella sola y sus iguales hasta el aplauso de vidrios rotos que cerró el refrán de Anita, Celina de espaldas, Celina de perfil, otras parejas contra ella y el humo"
Confieso que Celina, de la que tan lejos estoy,por mi manera de ser, es uno de los personajes femeninos más inolvidables.

En cuanto a la gimnasia olímpica es uno o el único deporte que sé apreciar.
El blog está buenísimo !

abrazos

David Cotos dijo...

El tango y el amor me gustan tanto ....