sábado, 20 de agosto de 2011

¿A donde van las cosas intangibles?

El otro día se me vinieron dos ideas a la cabeza que obviamente son ajenas, como todas mis ideas. Pero, de la conjunción de esas dos cosas salió una pregunta existencial. Esto de unir cables en el cerebro para sacar otro cable se llama pensar, aunque tal verbo se puede poner en duda en mi caso.

Lo primero nace de una historia medieval en que se busca la tumba de un rey para saber si éste fue asesinado. Supuestamente sobre la tumba del ex monarca debería crecer el hongo con el cual fue envenenado. Me resulta interesante que crezcan cosas sobre las tumbas, que algo del muerto emerja al mundo y más cuando ese algo es un mensaje como es el caso del Rey que desde el más allá proclama: “he sido asesinado”.

De un lado tangencialmente distinto proviene lo otro. Alguien llamado Eric Schmid dijo: “Internet es la primera cosa que la humanidad ha construido, que la humanidad no entiende, el mayor experimento en la anarquía que alguna vez hemos hecho”. Pese a que no sepa quién es creo que algo de razón tiene, la red de redes va más allá de una voluntad o la de muchos o la de todos y ni el gobierno chino puede con eso. Las cosas en la red son eternas, no hay marcha atrás, lo una vez publicado está publicado, Internet no olvida, se podría concluir. Hay gente que lo lleva a otro nivel y dice que no solo la Internet es memoriosa sino que todo el universo binario carece de la capacidad de olvidar. Por más que limpiemos nuestro historial y papelera de reciclaje siempre va a haber una capacidad de traer lo eliminado a la vida, no hay fuego o triturador de papeles que pueda con eso.

A partir de tales ideas me nace la duda existencial: ¿a dónde van los mails dirigidos a los muertos? ¿Qué pasa con esas casillas de correos? Obviamente cuando muera no voy a tener la precaución de eliminar mi casilla y por su eterna existencia quien quiera tener el mismo mail no va a poder hacerlo. En una comparación por demás caprichosa la casilla de correo no es muy distinta a mi tumba pues ambas me perdurarán.

La casilla (neo-tumba) seguirá abierta y seguirá recibiendo correos al principio de algún conocido (pero esa es otra historia) y después esencialmente van a llegar esos que no saben de mi defunción.
Sobre mi casilla muerta van a empezar a caer correos que en silencio sepulcral gritan sobre: la salida del boletín de abcguionistas, las ofertas de mercado libre, la cantidad de amigos de Facebook que cumplen años, cadenas sobre salvar los glaciares y de la gente que hace años que no veo pero me pide favores. No quiero que sobre mi tumba crezca lo peor de la Internet, ¿por qué aquello que va a quedar de mí solo va a albergar spam?
Si la tumba del rey denunciaba su envenenamiento de manera poética, ¿por qué a la mía le va a crecer la basura que nunca leí? Posiblemente el hecho de no ser rey hace que mi vida y mi muerte tengan bajo presupuesto y menos poesía. Pero, acaso ¿no puedo pedir que crezca alguna idea, algo que ayude a alguien o algo borrosamente útil?

Sepan entender si mi narcisismo me ha llevado a unir ideas de manera tan caprichosa y conveniente. Pero, la duda me sigue a tal punto que voy a empezar a hacer los movimientos para que mi casilla no me perdure

1 comentario:

Fernando Terreno dijo...

Me gustó y sorprendió esa historia medieval de que crezca algo desde la tumba que hable del muerto. Me llevó hasta Antígona y su "defensa" del cuerpo muerto. Es una cosa que me anda dando vueltas: ahora que después de tantos años se va consolidando la higiénica práctica del cremado -por la que se luchó tanto tiempo- aparece un argumento interesante en sentido contrario.

Ya sé que no tiene nada que ver con la entrada, pero es así: los lectores salimos disparados para cualquuier lado.