Aquellos niños que presenciaron los
comienzos de los 90's y la resaca de los 80's bien conocieron el auge de los
héroes de acción y de ese género intitulado pelis de los martes de noche en el
canal 4. Si uno perteneció a esa generación, uno supo reverenciar y respetar a
actores de la clase de: Stallone, Schwarzenegger, Seagal, Chuck Norris, Van
Damme, Lundgren, a los hijos de Bruce Lee, Don "the dragon" Wilson, el que hacía de Cody en "Step
by Step", o el Karateca en Brigada
Cola.
Pero el tiempo ha pasado, y con el tiempo
ese cine pasó de moda. Ahora los martes de noche en el canal 4 dan otra cosa y
muchos de éstos sujetos desparecieron (o fueron gobernadores) y quedaron en un
estrato aún más abajo que el del cine.
Es a partir de esta melancolía cinematográfica
de los ídolos de patadas caídos que se ha conformado un estado de
descomposición que hace fértil cualquier terreno del cine, pueden preguntarle a
Tarantino sino me creen que la descomposición sirve para cosas nuevas. A
propósito de esta coyuntura vengo a recomendar al filme JCVD que viene a reflexionar
sobre este sedimento cinematográfico de pelis ya extintas, y sobre la imagen
del propio Jean Claude Van Damme.
Imagínense a Jean Claude Van Damme de 50
años, arrugado y viejo interpretando a Jean Claude Van Damme con los problemas
de una estrella decadente que quiere vivir en paz. Imagínense que de repente
Jean Claude Van Damme es un buen actor que da un monólogo a cámara y te eriza
la piel; pero más aún, imagínense que es un buen tipo, al que quieren que le
vaya bien en su vida y al que quieren darle un abrazo, porque de una manera u
otra se sienten en deuda con él. Piensen en estas preguntas: ¿Qué es de la vida
de Van Damme?, ¿Cómo ven a Van Damme en Bélgica? Porque sabemos que es belga,
pero no sabemos mucho más ¿Por qué los amigos de su hija se ríen cuando él está
en la TV? ¿Por qué hace las películas
que hace? ¿Qué opina su madre de él? ¿Por qué lo consideran un mal ejemplo?... y especialmente ¿qué hace Van Damme secuestrando
un banco?
Voy a parafrasear a un tal Jordi Costa de
El País de España cuando afirma que: "es
posible que todo sea una elaboradísima broma pero la conmoción es verdadera".
Es cierto, el filme tiene algo de falso, algo no del todo honesto, pero a
partir de eso logra una empatía verdadera y uno termina respetando y hasta
queriendo a Jean Claude Van Damme mucho más que antes de ver el filme.
Sin mayores consideraciones o defensas
cinematográficas (las cuales sí se pueden hacer), recomiendo ver JCVD porque
acercarse a la mirada del ex icono karateca, ayuda a acercarse a un cine de
reciclaje del que sacude los paradigmas del cine; porque -y aunque no los
crean- Van Damme es un buen actor y además tiene pinta de buen tipo.
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