Esta madrugada soñé que comenzaban los Juegos Olímpicos y que los medios apenas les daban cobertura, y la gente apenas se interesaba. Yo era la única espectadora expectante, mientras que el resto del país seguía como si fueran días normales de noticias grises y rojas.
Cuando, un rato después de despertar, comencé a escuchar las primeras noticias de la mañana, comprendí que las Olimpíadas son lo último en que se piensa para que resuene el deporte. Nacional campeón, Peñarol versus Santos, que Forlán y Zaira, que la Copa América, que Chris Namús, que los hinchas y los jueces y las copas y los twitter… El dial noticioso de este lunes se detenía una y otra vez en alguno de estos temas.
Alentar está de moda
Ruy Ramírez |
Lejos está de mi intención –lo cual pecaría de ridículo- decir que el fútbol es algo reciente, o que los fanatismos y simpatías por cuadros y jugadores son algo de ahora. Digo que hace poco más de un año el fútbol era demonizado por medios y vecinas como el ojo de las tormentas violentas, y que el hincha era sinónimo de barrabrava y delincuente. Este lunes concluí que eso ha sido sustituido por el fútbol en familia, el fútbol uniendo a los uruguayos (o rivalizándolos pero de forma pintoresca y cordial, porque de todos modos siempre festeja “la mitad del país”, y eso ya es unión), el fútbol como espectáculo cuyas entradas de reventa no podría pagar ni con mi sueldo entero, la condición de hincha con su renovada aceptabilidad y aprobación, el deporte como nuestro star-system de héroes y heroínas (cualquier semejanza con el nombre de un narcótico es mera co-incidencia).
El Garoto homicida
Y entre esos heroísmos y batallas y metáforas bélicas que tanto se han estudiado para referir a las canchas, nos encontramos con la “princesa guerrera” (fórmula traducida a la jerga popular y cumbiera como “bombón asesino”) con nombre de varón y trencitas de elfa: Chris Namús.
Interesante fenómeno mediático-deportivo, ideal de la dualidad conjugada entre fuerza y femineidad, vigor y belleza, la eterna figura de la hiedra venenosa o el canto mortal de la sirena, una chica de barrio con cara de ingenua, guantes de boxeo y muchas lágrimas derramadas sobre la pantalla y muchas sonrisas en publicidades de Antel y muchos triunfos dudosos con moretones en los ojos y sangre entre los dientes. Y la euforia del público que de repente es fanático del boxeo femenino y se deleita de ver mujeres musculosas matándose a guantazos porque (como algunos desnudos “artísticos”) la violencia está legitimada entre las cuerdas del cuadrilátero y los también cuatro lados de la pantalla (*), pero Dios no quiera que en el liceo las nenas se agarren de las mechas.
Una fábrica que no cierra por derrumbe
Al fabricarnos mitos y héroes, los relatos deportivos re-mediatizados aún mantienen en sus discursos los valores de la época en que el deporte solo era relatado en los grabados de los jarrones: la antigua Grecia. La perfección corporal como parte de la areté, de las máximas cualidades a las que podía aspirar un hombre, por las que se convertía en paradigma de todos sus contemporáneos, de toda su cultura. El imponerse sobre el adversario y arrancarle la vida a tirones para conservar la honra.
Una fábrica que no cierra por derrumbe
Los Juegos Olímpicos de la Antigua Grecia |
Todo eso se recicla en nuestros atletas insignes que, como Atlas, sostienen nuestro mundo sobre sus hombros mitológicos portando una identidad simbolizada. Aunque esos hombros a veces se disloquen y pierdan por knock-out o terminen con estragos alrededor del Estadio.
2 comentarios:
Gran analisis sobre los relatos mediático-deportivos, pero yo esperaba un anlaisis sobre el fénomeno del fobal, es decir Forlán.
A mí me gustó esa forma de analizar, trayendo la historia y los sabios griegos para explicar el contexto referido a los deportes, la imagen, la venta, etc.
Me encantó la descripción de Chris Namús. También el título y los subtítulos.
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