“La voz blanca, la redondez de un sonido, el color de un texto, el relieve de un diario, el peso de un pensamiento, el calor de un corazón (…) Comparación=emoción. La comparación, cualquiera, de lo que se trate se hace nuestro insumo (…) La comparación no es directa. Comparar no es ir de un punto al otro por el camino más corto. Es atrasarse, es salirse de la autopista para pasearse un poco por las vías que la cortan. Comparación es lujo.”
¿Qué no puede haber en el todo? Tal vez mis ganas de abrir senderos y ver qué es lo que quiero ver para no perder más tiempo.
El privilegio de entrenar ojos, oídos, manos y piernas para hacer de esa expedición hacia algo que valga la pena no me puede abandonar, no puedo dejar de olvidarme de eso.
¿Será que somos nuestra capacidad de mostrarnos así mismos que podemos ser más? Yo creo que más que somos lo que comparamos; somos que hacemos por aprender a comparar con mejores fundamentos, sin importar si hablamos de la música que escuchamos, las elecciones profesionales que hacemos o las relaciones interpersonales que sostenemos.
No es cuestión de creer que todo en el mundo es simple armonía y que estamos acá solo para establecer correspondencias imbuidos en las pseudo capacidades poéticas que nos agobian, pero nos hacen respirar, como hoy por ejemplo.
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