martes, 7 de junio de 2011

Por cada cien mil personas que ven el spot de Coca-Cola, una lee este artículo



Hoy voy a creer en un mundo mejor. Voy a destapar felicidad. Voy a destapar una Coca-Cola. Por suerte las distinciones sociales y culturales se han diluido, porque vivimos en una era de globalización y todos, en cualquier parte, podemos tomar una Coca-Cola, y escuchar cómo cantan los niños de todos los rincones del planeta mientras la tomamos.

Según el spot de Coca-Cola que insta en que creamos en un mundo mejor, no importa que haya males espantosos como el Sida, la violencia doméstica o la crónica roja de los informativos, ya que todos podemos disfrutar del ruidito gaseoso que hace la Coca-Cola cuando la destapamos y, además, podemos compartir una Coca-Cola. Un mensaje tan colorido y llano como que el consumo nos hará feliz, y que por lo tanto no debemos preocuparnos por todo lo malo que estropea la preciosa imagen del mundo que brilla en los afiches publicitarios de las paradas de ómnibus. 



Hecho el descargo de sarcasmos (espero hayan percibido el tono de mi voz en mis palabras), pasemos a las aclaraciones. No es que yo no tome Coca-Cola ni crea que todo en el mundo es horroroso y que no hay razones para sonreír. No soy tan ingenua, ni tan drástica. Solo intento jugar a decodificar el mensaje de esta publicidad de un modo análogo a lo que el mensaje se propone. Y digo “el mensaje”, que quede claro: cuido de caer en conspiracionismos acerca de los malvados emisores que están en-ningún-lado-y-en-todos deseando lavar nuestro cerebro con hipoclorito consumista.

Temo, sí, ante la sonrisa con que suele percibirse el determinismo consumo=felicidad=un mundo mejor en que se basa el anuncio. Al anunciar ese líquido marrón se anuncian falacias que suelen “tomarse con soda”, por utilizar una expresión acorde al ámbito. La cuestión no es si bebemos o dejamos de beber Coca-Cola; o si podemos o no creer en un mundo mejor. La cuestión es que ese mundo mejor se reduzca a la efervescencia efímera de un simple refrigerio devenido en símbolo.

3 comentarios:

KoLo dijo...

Me encantó tu post Marianita. Ya lo compartí. Abrazo!

Anónimo dijo...

Ahora entiendo cuando dicen que los númeron no mienten, mienten los que los hacen. Resulta qué es más caro hacer un muro que un felpudo.

Comenterista misteriosouuh dijo...

¿Entonces pensás que no hay malvados conspiradores detras de todo esto?
Entonces nuestro plan marcha a la perfección. HAHAHA


Muy buenisimo el post hasta me dieron ganas de tomarme una PEPSI