lunes, 16 de mayo de 2011

Palabriendo

Foto: Jan Ramírez

Me encanta que la palabra “palabra” lleve en su interior una forma conjugada del verbo “abrir”. Siempre las palabras abren y se abren, son llaves o puertas o bisagras o capullos o ventanas, o pequeños intersticios en los que se cuela el aire renovado de todo lo que se reinventa y se reabre cuando usamos las mismas palabras de siempre para decir nuevas cosas, o abrimos palabras nuevas para nombrar cosas viejas (¿pueden realmente distinguirse ambos procesos?).

Por todo esto, no he encontrado apertura más oportuna para dar inicio a este espacio, que con palabras sobre las palabras. Las palabras por la magia que en ellas se condensa, por los espacios de juego que habilitan, por ser nuestra materia prima pero también manufactura (palabras industriales, palabras artesanales, palabras artísticas), intercambio, trueque y comunicación.

Y para seguir jugando con la palabra “palabra”, al bucear en sus voces etimológicas resulta que es una deformación de “parabla” (¿par-habla?), y ésta es derivada de “parábola”, que significa “comparación, alegoría”(*). Parece que, en sus orígenes, decir una frase, una palabra, se equiparaba a la acción de comparar. Comparar, tal vez, al mundo con esa concatenación de signos extraños y deliciosos que nos hemos inventado para realizarlo, decirlo, decirnos, asirlo, abrirlo.



(*) COROMINES, Joan (2009). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. España: Gredos, Buenos Aires: Del Nuevo Extremo.

1 comentario:

Lourdes Nievas dijo...

Para comparar, primero hay que pensar en lo dicho y lo visto antes. Tal vez sea por eso que se nos ha olvidado que "palabra" venía de allí, porque para comparar es necesario usar la voz y el espacio del otro como referencia e inspiración en vez de encerrarnos en soliloquios.
Ya sabes lo que adoro tus pensamientos tan claros y hasta lúdicamente entretenidos sobre el lenguaje.