miércoles, 8 de junio de 2011

Flores rojas en mi camino


En casa de mis padres, decoraba una pared de un pasillito que hoy ya no existe un cuadrito ochentoso que mi madre había comprado por aquellos años (cuando el hogar no era la casa, sino un mínimo apartamento), a pesar de la oposición de mi padre, que lo consideraba “político” (y para él toda “la política siempre fue la misma mierda”, algo de lo nunca pudo convencer a ninguno del resto de la familia, y una vez que se dio cuenta de eso nos exigió que “esas cosas” del portón para afuera). La cuestión es que desde hace un par de años al cuadrito lo tengo yo porque me parecía que algo tan banal y poco original, que a su vez había causado tanto revuelo en su momento era meritorio de salvarse de la volqueta. Descartando la posibilidad de ser descartado, recordé que ese objeto sin alma me gustaba porque más que la obvia paloma blanca, las rosas rojas entre las que se abría paso me habían fascinado desde chica. Podía mirarlas por minutos y encontrarlas reproducidas en el rosedal del Prado o en la casa de Doña Rita (la abuela de mi amiga Lele). Cada vez que dibujaba flores, alrededor de las casitas y entre los árboles; en su mayoría tenían que ser de ese color.
Como diez años después de todo eso, me tocó en suerte transitar por otros pasillos, menos imperfectos, como los del Museo de Orsay, para encontrarme con la mejor colección de pintura Impresionista del mundo, y claro está, con su nombre insignia: Claude Monet. Entonces una pintura no muy grande que parece bastante simple (salvó por su proyección de la profundidad de campo y la nueva urbanidad repetida como horizonte) me llevó de nuevo a inundarme los ojos de flores rojas y me hizo recordar cómo es de hermoso ver que algo, en este caso alguien se abre paso entre flores rojas, esta vez amapolas (que le dan título al cuadro Coquelicots -environ d’Argenteuil-), llevándome de regreso a casa por escasos segundos.

Poco tiempo después, nuevamente en casa, vi por la tele un spot de la marca Kenzo de su perfume Flower y la asociación fue mucho más evidente, el campo de amapolas, la amapola que se convirtió en el ícono de la marca en los techos de las casonas y bajos edificios de finales del siglo XIX igual que la pintura de Monet, otra vez los caminos y los vientos que te hacen atravesarlos. Vale recordar que la música de ese spot es la canción Introduction 1936 del grupo de música electrónica Shangai Restoration Project, que fusiona hip hop, jazz y pop, una obra que emana y trata de la sutileza, el cariño y la búsqueda total y armoniosa a la vez sin dejar de ser continua.



Las flores rojas, no importa si son yerberas o claveles (más allá de su significado político), de las enormes ramas de los ceibos o de los canteros pequeños con esas alegrías me agradaron desde siempre. Pero ¿Por qué mis flores las que dibujé y a las que adoro dar mi atención tenían que ser tan rojas? ¿Qué clase de cosas denotarían para mí como interpretante las flores como clase si las tomara como símbolos? ¿De qué va su conexión con mi mente? ¿Representarán la belleza de los obstáculos? ¿El rojo será parte de la representación del peligro y la sensualidad inmanente de los obstáculos? ¿Estará bien analizar esto en términos semióticos?

Esa capacidad de persuasión, que en definitiva sería de lo que estoy hablando, es parte de cada imagen que intenté describir, “mundo propio” en términos de Balzac como particularidad. Son las “cerradas y autosuficientes individualidades de las obras” pero al mismo tiempo “no son mundos que se excluyan solipsística y definitivamente unos a otros, sino que, precisamente por su independencia aluden a la realidad común reflejada, ocurre por necesidad –visto ahora subjetivamente- que la más intensa conquista del receptor por un tal mundo “propio” particular no cristaliza a dicho receptor en su particularidad, sino que, por el contrario, le rompe los límites de esa particularidad, amplía su horizonte y le pone en más próximas y ricas relaciones con la realidad” .
De ahí el peso de mi necedad-necesidad de ver así las imágenes, estas obras como arte a mi alrededor, tal vez, el desafío es querer seguir abriendo los ojos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Recién leo este post, y la verdad, muy bueno!