jueves, 9 de junio de 2011

Ojos que sí ven: la moda intelectual



Si se ha descrito el campo intelectual como un ámbito sujeto a las tiranías de la moda, hoy también el mundo de la Moda (con mayúsculas, es decir, el mundo de las grandes pasarelas y tiendas) recibe la influencia de la intelectualidad. Aunque más no sea para integrar en sus catálogos y escaparates uno de sus máximos objetos característicos y simbólicos: los lentes.  Más específicamente, lentes de gran tamaño y marco grueso, oscuro. Sin aumento, claro. O incluso sin cristal. Puramente ornamentales.



Anteojos que probablemente no hayan sido
 recetados por excesiva lectura

Según leí en el titular de una revista que anunciaba el último grito (no sé si de este año, pero ¿acaso importa en este mundo arbitrario?), “La moda nerd es lo más IN de la temporada”. Moda nerd. Nerd Chic. Casi un oxímoron, ¿verdad? Lo que siempre se mantuvo al margen del mundo de la Moda, de lo estéticamente deseable, de lo frívolamente bello, es integrado ahora por las propias instituciones de la Moda como lo aceptable, lo trendy, lo tendencioso, lo fashion.

Ese aspecto tradicionalmente rechazado como sinónimo de loser (alcanza recordar algún episodio de Betty la Fea, Patito Feo o el cliché de las películas adolescentes donde el eterno nerd es repudiado y maltratado por los bonitos populares, casos todos donde la fealdad de los antihéroes nerds está representada, precisamente, por usar lentes) se convierte ahora, gracias a la inventiva voraz de las nuevas tendencias, en objeto de deseo. Lo profano, en sagrado(*). Lo out en lo in.




Anne Hathaway, agregando un detalle
 intelectual a su glamour de alfrombra roja
                                  Las brillosas fotografías de revistas impresas y virtuales nos deleitan con estrellas sonrientes que agregan un “toque intelectual a su outfit” a través de grandes anteojos sin función fisiológica alguna.  ¿Es que se van a poner de moda los audífonos, las muletas, las prótesis ortopédicas? (Faltaba más, operarse para tener miopía y poder usar lentes…).

Y sin embargo, cuando se trata de presentarnos ante el espejo o los demás, ¿qué elementos de los que llevamos son realmente necesarios? ¿Acaso no deseaba yo cumplir los catorce para usar lentes de contacto y que mis compañeros de clase ya no me dijeran “cuatrojos”? ¿No se trata muchas veces de cómo se ven los ojos, más que de ojos que vean? ¿No he pasado largo rato eligiendo un buen marco para mis gafas (eso sí, con graduación)?

 
¿Cuál mirada es más artificial?
El problema no es que la necesidad orgánica se  vuelva moda (o, dicho de otro modo, sea reelaborada por la cultura). El tema es que la moda viva de crear sus propias necesidades, hasta el punto de simular un defecto físico para embellecer la apariencia, según los cánones fugaces de las tendencias.



Pero si miramos la moda (ahora con minúscula, la de la calle, la de todos los días), cualquier intento de crítica a esta “moda intelectual”, de nuevo, se me ahoga en la pura paradoja. Mis orejas no necesitan un par de caravanas para oír mejor, y sin embargo lo llevan. Sé que no debería preocuparme por este detalle superficial: con mi par de lentes basta para parecer inteligente.

(*) Las nociones de lo profano y lo sagrado como elementos intervinientes en el cambio cultural son desarrolladas por Boris Groys en el libro Sobre lo nuevo: ensayo de una economía cultural (2005), Valencia: Pre-textos.  

1 comentario:

Lourdes Nievas dijo...

Si sirve para que se maltrate "menos" no está mal, de última se saca al toque quien puede ser que los use solo para salir en las páginas de "Need it now" de Vogue.